Los humedales son ecosistemas fundamentales, pero no los estamos cuidando. Los estamos llevando a su desaparición. Esta edición invita a comprender por qué cuidar los humedales es también actuar ante el cambio climático.
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Envidiar, un poquito, a los bosques. ¿Qué sería de los humedales hoy si los hubiéramos conocido tanto como a los bosques? ¿Qué sería de los humedales hoy si los hubiéramos considerado otra parte vital del planeta, distinta de los pulmones, pero igualmente importante? ¿Qué sería de los humedales hoy si los hubiéramos abrazado tanto como a los bosques?
Probablemente estarían mejor. Claro que ni siquiera en un estado de armonía perfecta pues, aún con la envidiable prensa que se llevaron los bosques, aún así no estamos cuidando a los bosques como debiéramos. Con los humedales partimos de un problema base: no los valoramos, los menospreciamos como ecosistemas. Y son tan importantes para la acción ante el cambio climático como los bosques.
Definidos por National Geographic como “áreas de tierra que están cubiertas por o saturadas de agua”, los humedales tienen al agua como protagonista, de forma temporal o permanente. Pantanos y marismas, pastizales húmedos, turberas, oasis, estuarios, deltas y bajos de marea, manglares, arrecifes coralinos, estanques, salinas… son todos considerados humedales por la Convención de Ramsar. Son todos lugares que hoy intentan sobrevivir en un mundo distinto, más caliente.
Los humedales son ecosistemas con el agua como protagonista en un mundo en crisis climática donde las sequías intensificadas abundan en ciertas regiones y en donde la contaminación, en todas sus formas, los ponen en peligro. Eso no es todo. Por la desvalorización y la falta de normativas legales que los protejan, los humedales son el blanco perfecto para que ciertos sectores productivos avancen sobre ellos y extiendan sus proyectos agropecuarios o inmobiliarios. El fuego es el arma. La víctima somos todos.
Pues no, los humedales no sólo se deterioran con cada llama que se enciende una y otra y otra vez en las islas del Delta del Paraná en Argentina. Los humedales están siendo degradados y destruidos alrededor del mundo. Se estima que el mundo ha perdido más de un 80% de sus humedales históricos. Más de un tercio de ellos desaparecieron apenas desde 1970. Es decir, desde ayer.
Las amenazas se concentran en los cambios en los usos del suelo, el avance de la frontera agropecuaria, la creciente urbanización, las alteraciones en la dinámica del agua y el cambio climático mismo.
Se pueden decir muchas cosas sobre los humedales. Hay una que, creo, estamos perdiendo de vista. Los humedales son -o debiéramos permitir que sean- aliados en la acción ante el cambio climático en los dos aspectos que ésta lo exige: la mitigación y la adaptación.
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Cuidar a los humedales es evitar más emisiones. Hace poco alguien me comentó que estamos considerando mucho a los ecosistemas para compensar las emisiones que generamos, pero que no estamos advirtiendo ni aprovechando un paso previo más importante: evitar la generación de ciertas emisiones.
Es decir, consideramos la restauración de bosques o la plantación de árboles para compensar las emisiones que generamos con todas nuestras actividades, pero no estamos protegiendo a los ecosistemas que son sumideros de carbono para evitar que se libere a la atmósfera ese carbono que secuestran. Y vaya dato: los humedales son sumideros de carbono.
Cuidar, proteger, conservar los humedales sería el primer paso para evitar la generación de más emisiones que, como ya se habrán dado cuenta leyendo Planeta, la verdad no las necesitamos.
El segundo paso sería la restauración de los humedales que hemos afectado, deteriorado. Una investigación científica demostró que los humedales restaurados se convierten rápidamente en sumideros netos de dióxido de carbono (CO2). Más precisamente, los investigadores hallaron que los humedales restaurados generalmente se convirtieron en fuertes sumideros de CO2 dos años después de la restauración y con una cobertura vegetal mayor al 55%.
Investigar y comprender mejor la capacidad de absorción de los humedales -en sus múltiples y distintas variedades- es un elemento también fundamental en pos de su restauración y pensando en potenciar la acción climática conforme las características locales de cada humedal. Para eso, entonces, necesitamos conocer los humedales de nuestro territorio, sus características, su estado.
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Cuidar a los humedales es reducir impactos. Y para comprender este punto, tenemos que imaginar que los humedales actúan como esponjas, de gran tamaño. Con ellos, el exceso de agua de lluvia es absorbido, filtra de forma progresiva y reduce o limita el impacto de posibles inundaciones. Sin ellos, los riesgos de inundación y mayores impactos se acrecientan. En ese mundo cada vez más caliente, las precipitaciones se ven también intensificadas por el cambio climático. En ese mundo cada vez más caliente, los humedales reducen los impactos de eventos climáticos extremos. Esto, claro, si cuidamos a los humedales como tales.
El más reciente reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad fue contundente respecto del rol de los humedales en la adaptación a impactos relacionados con el agua: “Mejorar la retención de agua natural, como la restauración de humedales y ríos, la planificación del uso de la tierra -como zonas de no construcción o gestión forestal río arriba- puede reducir aún más el riesgo de inundación”. Y argumenta: “Los sistemas fluviales naturales, los humedales y los ecosistemas forestales río arriba reducen el riesgo de inundaciones al almacenar agua y ralentizar el flujo de agua”.
Otro ejemplo del aporte de los humedales a la adaptación es su función protectora ante marejadas ciclónicas que, en un océano más caliente, se retroalimentan e impactan en las costas con más fuerza, arrasando con la infraestructura existente y la vida de las comunidades locales. Bueno, los humedales protegen las áreas costeras, protegen a las comunidades costeras.
Aquí también la ciencia climática nos da su sustento: “Los humedales costeros protegen contra la erosión costera y las inundaciones asociadas con las tormentas y el aumento del nivel del mar donde hay espacio suficiente y hábitats adecuados disponibles hasta que las tasas de aumento del nivel del mar superen la capacidad de adaptación natural para acumular sedimentos”. ¿Cómo puede ser que estemos destruyendo a estas enormes esponjas protectoras?
El aporte que los humedales pueden hacer a la adaptación a los impactos del cambio climático tiene un límite. Si no reducimos las emisiones para limitar el calentamiento, los humedales perderán cada vez más su capacidad de adaptación natural ante impactos cada vez más severos. El IPCC ya advierte que muchos sistemas naturales están cerca de los límites estrictos de su capacidad de adaptación natural e incluyen a los humedales costeros entre esos sistemas.
En pocas palabras, una acción más ambiciosa, sostenida y justa en mitigación y adaptación tienen que ir de la mano. Y podría (o debería) considerar a los humedales caminando a la par. Si faltan motivos…
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Cuidar a los humedales es mucho más que acción climática. Es cuidar la vida en la Tierra. Los humedales son hogar de vida de flora y fauna. Aún cuando cubren apenas el 7% de la superficie global, los humedales son hogar del 40% de la biodiversidad en el planeta. Diversas especies dependen de ellos. Es más, según la organización Wetlands International, más de un millón de especies amenazadas de plantas y animales dependen de los humedales para su supervivencia.
Hay una especie que depende de los humedales, pero parece no ser consciente de ello. Sí, el ser humano. Los humedales brindan enormes servicios ecosistémicos, desde la retención y el almacenamiento de agua, pasando por el suministro de alimentos, hasta el desarrollo de actividades económicas como el turismo.
Todo esto se está viendo afectado porque no estamos cuidando a estos ecosistemas tan valiosos. Hemos entrado en un círculo vicioso en que destruimos los humedales, perjudicando su capacidad de absorción de carbono, para expandir actividades intensivas que generan más emisiones y contribuyen cada vez más a un cambio climático que vuelve con impactos más severos por tampoco poder contar con los humedales para una mejor adaptación.
Eso no es todo, el cambio climático también vuelve sobre los humedales impactándolos negativamente. El reporte del IPCC es contundente sobre las estimaciones futuras: “El cambio climático proyectado, combinado con factores no climáticos, provocará la pérdida y la degradación de gran parte de los bosques del mundo, los arrecifes de coral y los humedales costeros bajos”.
Tenemos que romper ese círculo vicioso y pasar a uno virtuoso que, partiendo de reconocer y valorar la importancia de estos ecosistemas, nos permita cuidarlos, protegerlos, conservarlos, restaurarlos para que sean nuestros aliados en la acción ante el cambio climático.
Mientras termino de escribir esta newsletter con los humedales como necesarios protagonistas de la acción climática, estoy terminando de armar la valija. La próxima semana me encontraré en la Ciudad de México para seguir formándome en periodismo de investigación sobre el cambio climático. Así que, considerando el calendario temático que iniciará con septiembre, les dejaré preparada una edición a la que, creo, volverán durante el resto del año para no perder la esperanza en los meses de estresantes negociaciones climáticas. Espero les guste.
Un saludo y buen fin de semana!
Tais