Biografía para redescubrir a un revolucionario de las ideas y la exploración: Humboldt- RED/ACCIÓN

Biografía para redescubrir a un revolucionario de las ideas y la exploración: Humboldt

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Biografía para redescubrir a un revolucionario de las ideas y la exploración: Humboldt

La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Von Humboldt
Andrea Wulff
Penguin Random House / Taurus

Comentario y selección de párrafos por Gustavo Noriega, periodista y crítico de cine. Fue director de la revista El amante.

Uno (mi comentario)

Las calles de la ciudad de Buenos Aires que corren paralelas a la importante avenida Juan B. Justo y que convierten a Palermo en Villa Crespo o viceversa, tienen ecos de viajes épicos alrededor de la Tierra: Fitz Roy, Bonpland, Humboldt y, del otro lado de las vías del ferrocarril y la avenida, casi escondida, se encuentra la que lleva el nombre más recordado de todos, Darwin. Esa zona de la ciudad homenajea a aquellos hombres que en el siglo XIX tomaron la decisión de salir de la comodidad de su vida burguesa y recorrer el mundo para recabar información. (...)

(Sigue mi comentario)

(...) Nuevos animales, plantas nunca antes vistas, costumbres insólitas, aborígenes alejados de la civilización, minerales y piedras preciosas. Robert Fitz Roy fue el vicealmirante a cargo del HMS Beagle, cuyo viaje alrededor del globo entre 1831 y 1836 le permitió a un joven Charles Darwin pergeñar y madurar una idea que iba a poner patas para arriba la manera en que el hombre miraba al mundo. Por su parte, Alexander Von Humboldt y su amigo francés Aimé Bonpland, ambos naturalistas, emprendieron viajes extraordinarios por el norte de América del Sur en donde escalaron el Chimborazo, la cima más alta del Ecuador, buscaron el origen del río Orinoco, atravesaron la llanura y revisaron geografía, fauna y flora. Humboldt se convirtió en el naturalista más importante de su tiempo y, al mirar la naturaleza desde una perspectiva global, en toda su interrelación, prefiguró al ecologista moderno. Fue un personaje fuera de lo común, y de hecho la lista de sus amistades o personajes con los que interactuaba lo describe en el centro exacto del mundo intelectual de su época: Goethe, Thomas Jefferson, Simón Bolívar, Charles Darwin. Casi todos lo veneraban y hasta su único enemigo público lo enaltece: nada menos que Napoleón Bonaparte. Murió en 1859 y diez años después, al cumplirse un siglo de su nacimiento, se realizaron festejos y homenajes en todo el mundo, incluyendo la ciudad de Buenos Aires. El surgimiento de Charles Darwin y su teoría de la evolución lo relegó en la consideración pública hasta el punto en que nos sorprende la noticia de que alguna vez fue el hombre más famoso del mundo. La apasionante biografía de Andrea Wulff lo rescata y lo pone de nuevo en circulación, revelándolo no solo como un hombre deslumbrante, centro y símbolo de una época, sino también, un poco forzadamente, en precursor de cada una de las ideas que desarrolla la sensibilidad ecológica contemporánea. En cualquier caso, la lectura del libro de Wulff resignificará cualquier caminata entre Palermo y Villa Crespo. El nombre de una de sus calles, antes desconocido, pasa a ser el homenaje a quien mejor encarnó la revolución de las ideas y la pasión por el descubrimiento.

Dos (la selección)

“Descrito por sus contemporáneos como el hombre más famoso del mundo después de Napoleón, Humboldt fue uno de los personajes más cautivadores e inspiradores de su época. Nacido en 1769 en el seno de una familia acomodada de Prusia, desechó una vida de privilegios para irse a descubrir cómo funcionaba el mundo. De joven emprendió un viaje de cinco años para explorar Latinoamérica, en el que arriesgó muchas veces la vida y del que regresó con una nueva concepción del mundo. Fue un viaje que moldeó su vida y su pensamiento y que le convirtió en un personaje legendario en todo el planeta. Vivió en ciudades como París y Berlín, pero también se sentía cómodo en los brazos más remotos del río Orinoco o en la estepa kazaja de la frontera entre Rusia y Mongolia. Durante gran parte de su larga vida fue el centro del mundo científico: escribió alrededor de 50.000 cartas y recibió al menos el doble. Los conocimientos, creía Humboldt, había que compartirlos, intercambiarlos y ponerlos a disposición de todos.”

Tres

“Durante las primeras semanas en Cumaná, Humboldt y Bonpland descubrieron que, mirasen donde mirasen, siempre había algo nuevo que captaba su atención. El paisaje le fascinaba, decía Humboldt. Las palmeras estaban adornadas de magníficas flores rojas, las aves y los peces parecían rivalizar en colores caleidoscópicos, y hasta los cangrejos eran azules y amarillos. Flamencos de color rosa se alzaban sobre una pata en la orilla, y las hojas en abanico de las palmeras moteaban la arena blanca con retazos de sol y sombra. Había mariposas, monos y tantas plantas que catalogar que, como escribió Humboldt a Wilhelm, «corremos de un lado a otro como locos». Hasta el habitualmente impasible Bonpland dijo que iba a «enloquecer si no acaban pronto las maravillas».”

Cuatro

“Aunque los Llanos fuera un entorno inhóspito, a Humboldt le fascinó la inmensidad del lugar. Había algo en el paisaje tan plano e inmenso que «llena la mente con el sentimiento de infinitud», escribió. Cuando estaban a mitad de camino llegaron al pueblo mercantil de Calabozo. Allí los lugareños le dijeron a Humboldt que muchas de las charcas de la zona estaban infestadas de anguilas eléctricas, lo cual le pareció una suerte increíble. Desde sus experimentos de electricidad animal en Alemania, Humboldt siempre había querido examinar uno de esos peces tan extraordinarios. Había oído extrañas historias sobre estas criaturas de un metro y medio, capaces de emitir descargas eléctricas de más de 600 voltios”.

Cinco

“El problema era cómo atrapar a las anguilas, dado que vivían enterradas en el barro del fondo de las charcas y, por tanto, no era nada fácil cogerlas con una red. Además, las anguilas estaban tan cargadas de electricidad que tocarlas significaba la muerte instantánea. Los habitantes locales tuvieron una idea. Agruparon treinta caballos salvajes en los Llanos y los llevaron al estanque. Cuando los cascos de los animales revolvieron el barro, las anguilas se escurrieron para salir a la superficie, sin dejar de emitir enormes descargas eléctricas. Embelesado, Humboldt observó el horripilante espectáculo: los caballos aullaban de dolor, las anguilas se retorcían debajo de ellos, y la superficie del agua bullía de movimiento. Algunos caballos se cayeron y, pisoteados por los demás, se ahogaron.”

Seis

“Con el tiempo, la potencia de las descargas eléctricas disminuyó y las anguilas, debilitadas, volvieron al barro, de donde Humboldt las sacó con unos palos de madera secos; pero no había esperado lo suficiente. Cuando Bonpland y él estaban diseccionando varias, sufrieron violentas descargas ellos mismos. Pasaron cuatro horas haciendo una serie de pruebas peligrosas como agarrar una anguila con las dos manos, tocar una anguila con una mano y un trozo de metal con la otra, o que Humboldt tocara una anguila mientras le daba la mano a Bonpland (este último sintió la sacudida). A veces pisaban tierra seca, a veces, húmeda; conectaron electrodos, dieron toques a las anguilas con bastones de cera mojados y las cogieron con arcilla húmeda y cuerdas de fibra hechas con hojas de palma. No dejaron ni un material sin probar. No es de extrañar que, al acabar el día, Humboldt y Bonpland se sintieran débiles y enfermos”.

Siete

“Las anguilas animaron a Humboldt a pensar sobre la electricidad y el magnetismo en general. Contemplar el macabro enfrentamiento entre las anguilas y los caballos le hizo reflexionar sobre las fuerzas que, de distintas formas, creaban los rayos, adherían un metal a otro y hacían que se movieran las agujas de las brújulas. Como en tantas ocasiones, Humboldt comenzó con un detalle o una observación y lo desarrolló para abarcar el contexto general. Todo «manaba de una fuerza», escribió, y «todo se fundía en un poder eterno e integral».”


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