¿Qué podría decirle Kant a Putin sobre la invasión de Ucrania?- RED/ACCIÓN

¿Qué podría decirle Kant a Putin sobre la invasión de Ucrania?

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Kant no es partidario de gigantescos Estados cuyo poderío les invite a ejercer el despotismo sobre los demás. Las relaciones internacionales deben sustentarse sobre un federalismo de estados libres, una confederación de pueblos que se vayan asociando sin llegar a fusionarse, para mantener sus rasgos idiosincrásicos y conservar su soberanía sin dejar de desear al mismo tiempo integrantes del orden mundial, porque todos y cada uno somos también ciudadanos del mundo , al margen de nuestra filiación particular.

¿Qué podría decirle Kant a Putin sobre la invasión de Ucrania?

Immanuel Kant

Ernst Cassirer se seguramente combatir al nazismo desde la historia de las ideas y para ello tomar a ciertos pensadores, entre los que se contaba Immanuel Kant .

Como pensaba Cassirer, los climas culturales condicionan que impere una u otra forma de hacer política. Recordemos algunas de las consideraciones que hace Kant en obras como Hacia la paz perpetua o Teoría y práctica .

Las tesis de Hacia la paz perpetua

El Tratado de Basilea se firma en 1795, tras la paz entre la primera República Francesa con el Reino de Prusia. Su monarca abandonó la coalición contrarrevolucionaria liderada por Austria porque le interesaba el botín arrojado por una nueva división de Polonia y un protocolo secreto le aseguraba la devolución de los territorios conquistados por los franceses al este del Rin.

Ese mismo año Kant redacta su ensayo titulado Hacia la paz perpetua: Un diseño filosófico , remedando la estructura que articula un tratado de paz convencional, destilando grandes dosis de sarcasmo e ironía, mientras presenta ideas muy dignas de consideración.

Entre los artículos preliminares, Kant aboga por la supresión total de los ejércitos permanentes, entiende que ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución o el gobierno de otro cuya soberanía no puede conculcar y asumir que no se tendrán por válidos aquellos tratados cuyo trasfondo secreto esconda las premisas de una guerra venidera.

Los artículos definitivos trasladan al derecho internacional la idea de Kant sobre lo que debe ser una constitución republicana, presidida por los principios de libertad , igualdad e independencia o autonomía. Tal como debemos renunciamos a nuestra libertad sin límites para formar parte de una comunidad, los Estados deben hacer otro tanto y garantizar su mutua seguridad renunciando a seguir únicamente los dictados de sus caprichosos intereses e imponérselos a los demás por la fuerza y ​​la violencia.

Kant no es partidario de gigantescos Estados cuyo poderío les invite a ejercer el despotismo sobre los demás. Las relaciones internacionales deben sustentarse sobre un federalismo de estados libres, una confederación de pueblos que se vayan asociando sin llegar a fusionarse, para mantener sus rasgos idiosincrásicos y conservar su soberanía sin dejar de desear al mismo tiempo integrantes del orden mundial, porque todos y cada uno somos también ciudadanos del mundo , al margen de nuestra filiación particular.

Esta perspectiva cosmopolita le parece fundamental y nada tiene que ver con el fenómeno uniformador de la globalización.

La deseable simbiosis entre moral y política

En la segunda edición Kant añade un artículo secreto donde se pide atender a la reflexión ético-filosófica. Los Estados armados para la guerra podrian tener en cuenta cuanto digan los filosofos sobre las condiciones de posibilidad para una paz perpetua. Kant no suscribe la tesis platónica de que los filósofos deben gobernar la nave del Estado, pero sí deben poder asesorar a los gobernantes para que iluminen sus asuntos. No cabe guardar que los reyes filosofen o los filósofos devengan reyes, ni tampoco hay que desearlo, porque la posesión del poder nubla toda reflexión y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Puesto que los políticos acostumbran a despreciar el razonamiento moral de los filósofos, por ser muy teóricos y no apegarse a la realidad, Kant les pide que, cuando menos, muestren cierta coherencia y no concedan a sus propuestas ninguna relevancia, puesto que según ellos, a fuer de inocuas, habrían de ser totalmente inofensivas para su inicuo proceder. Kant sólo reclama que desde la reflexión filosófica se sigue haciendo audaces propuestas teóricas, con la esperanza de acometer lo imposible para cambiar ciertas cosas, como el fatídico hecho de ver las guerras como algo inevitable.

Kant reivindica el principio de publicidad como directriz fundamental del derecho y una piedra de toque para decantar lo injusto. Desde luego, decretar un apagón informativo y perseguir cualquier tipo de crítica o disidencia, eliminando al adversario de uno u otro modo, no son cosas que casen con el planteamiento kantiano.

Al Kant de Hacia la paz perpetua le gusta imaginar “un político moral para quien los principios de la prudencia política pueden ser compatibles con la moral, mas no un moralista político que se forje una moral según la encuentre adaptable al provecho del estadista”.

El síndrome de Putin

El primer sospecha de Hacia la paz perpetua nos advierte que “quien acapara el poder en sus manos no se dejará prescribir leyes por parte del pueblo”, describiendo lo que ahora hemos denominado el síndrome de Putin : “Si una parte del mundo se siente superior a otras, que por lo demás no se interponen en su camino, no dejarán de utilizar como medio para reforzar su poderío el pillaje o incluso la dominación de las otras partes del mundo”.

Aunque parezca una quimera en esta tesitura histórica, es muy posible que sigan siendo absolutamente estas palabras válidas del Kant de Teoría y práctica :

“Ningún Estado se halla seguro frente a otro respecto de su independencia o patrimonio. Para esto sólo hay una solución: instaurar un Derecho internacional fundado en leyes públicas coercitivas a las que todo Estado habría de someterse. Pues una paz universal y duradera lograda gracias al denominado equilibrio de las potencias en Europa es una simple quimera, comparable a esa casa de que nos habla Swift , tan perfectamente construida por un arquitecto conforme a las leyes del equilibrio que, al posarse un gorrión encima , se desplomó en un santiamén”.

¿Quién declara las guerras?

La Unión Europea confiaba en una mediación por parte de China. Esta expectativa parece infundada tras ratificar el gobierno chino su alianza con Rusia, la cual viene a garantizar nada menos que la paz mundial, según rezan las declaraciones de su portavoz. Desde luego no deben compartir esa opinión los ciudadanos de Ucrania, obligados a dejar su país oa defenderlo en una lucha harto desigual en lo tocante al equipamiento militar.

Una escuela adyacente a la sinagoga Chabad-Lubavitch en Zhytomyr, Ucrania, en ruinas. Chabad.org/Wikimedia Commons , CC BY

Nadie sabe cuáles pueden ser el desenlace y las terribles consecuencias de una guerra convencional en suelo europeo, donde una de las partes, que cuenta con un imponente arsenal nuclear, amenaza con represalias inimaginables a quienes le lleven la contraria.

Seguramente Putin sufra un descalabro interno por el descontento de sus propios compatriotas y los oligarcas que se han amasado grandes fortunas como la suya propia. Hasta entonces todo será sangre, sudor y lágrimas.

Debemos replantearnos muchas inercias que permiten situaciones tan abominables y que solo pueden ser evitadas a largo plazo con otra forma de ver las cosas. Entretanto, no resulta ocioso subrayar cosas que son bastante obvias pero tendemos a olvidar:

“Si para decidir si debe o no haber guerra, se precisa el consentimiento de la ciudadanía como no puede ser de otro modo en una constitución republicana, nada resulta más natural que se pondere mucho el inicio de un juego tan funesto, dado que son los ciudadanos quienes acaban asumiendo todas las penalidades de la guerra. Pero la guerra es lo más fácil del mundo si un jefe de Estado ejerce como su propietario y no le hace perder ni un ápice de sus cacerías, palacios de recreo u otras cosas por el estilo, pudiendo declararla por motivos insignificantes, como si fuera una especie de juego”.

Hacia la paz perpetua , Kant

*Roberto R. Aramayo es profesor de Investigación IFS-CSIC (GI TcP Etica, Epistemología y Sociedad). Historiador de las ideas morales y políticas. Proyectos: INconRES (PID2020-117219GB-I00), RESPONTRUST (CSIC-COV19-207), ON-TRUST CM (HUM5699) y PRECARITYLAB (PID2019-10), Instituto de Filosofía (IFS-CSIC).

El autor no trabaja para, consulta, posee acciones ni recibe financiamiento de ninguna empresa u organización que se beneficiaría de este artículo, y no ha revelado afiliaciones relevantes más allá de su cargo académico.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.