En 1999, un grupo de amigos, preocupado por el legado ambiental que recibirían futuras generaciones, creó en San Martín de Los Andes, Neuquén, Amigos de la Patagonia. Esta ONG busca promover iniciativas relacionadas a la educación ambiental y la protección de los recursos naturales de la Patagonia y del resto del país.
“Presentamos lo que hacemos sobre dos grandes ejes”, introduce Sebastián Homps, director ejecutivo de la organización desde 2010 y también miembro co-responsable de RED/ACCIÓN. “Uno de los ejes es el ‘intangible’: la educación ambiental, que llevamos adelante mediante programas en escuelas, capacitaciones y concientización en empresas. El otro es lo que llamamos acción en terreno: plantamos árboles, apoyamos viveros, hacemos limpieza de costas. Son programas que implican el contacto directo con la tierra”, detalla. Los programas comenzaron en la Patagonia pero hoy se desarrollan en distintos lugares del país.
Educar: semillas que darán (y ya dan) frutos
En concreto, dentro del eje educativo, la organización lleva adelante los siguientes programas:
- El programa WET, que lleva adelante junto a la Unesco y cuyo objetivo es generar conciencia y conocimiento sobre los recursos hídricos de la región y su manejo adecuado en la comunidad. Para esto, llevan adelante capacitaciones en escuelas y centros comunitarios.
- El trabajo con municipios, como en el caso del programa de Promotores Ambientales Regionales, que funciona en Chubut y busca potenciar el trabajo de referentes comunitarios.
- El trabajo con empresas, mediante capacitaciones y asesoramiento para crear programas de sustentabilidad.
- La Certificación Lazo Verde de Responsabilidad Ambiental (CLV), que funciona en escuelas y busca crear hábitos sustentables en estudiantes, fusionando el plan curricular educativo con educación ambiental mediante actividades lúdico-participativas.
Sobre este último programa, Homps cuenta: “Es a mediano plazo, son 3 años de compromiso con escuelas, donde se trabaja cada año un eje distinto: agua, energía y gestión de residuos. Los estudiantes se convierten en ‘inspectores de la escuela’ en ese sentido. Van con listas de chequeos para ver si se cumplen requisito de sustentabilidad en esos ejes”.
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Homps destaca que este programa, inspirado en modelos que existen en Estados Unidos y México, permite a los estudiantes “comprender cómo el cuidado del ambiente se vincula a hábitos concretos en el día a día”. Y dice que, con el programa, ya llegaron a 50.000 estudiantes de distintas regiones, quienes se han involucrado en acciones concretas para sus escuelas (como mejorar el sistema eléctrico del establecimiento, separar correctamente los residuos o cuidar desperdicios de agua), pero que también que lleven esa mirada más consciente a sus casas.
Pero, más allá de estos impactos, el director ejecutivo de la organización destaca frutos que se dan con el correr del tiempo. “Junto con otras organizaciones sociales ambientales consideramos que hoy hay una nueva ‘generación verde’, jóvenes de entre 20 y 25 años que es más consciente sobre temas ambientales, y eso es gracias a que la educación que se hizo en escuelas dio sus frutos”.
Además, Homps destaca que esta tarea en escuelas es muy necesaria porque “al ser algo intangible y a largo plazo, los gobiernos que están cuatro años no se involucran tanto. Pero es plantar semillas que van a crecer y resultar en algo maravilloso. Porque cambiás la mirada de una persona que mañana puede estar a cargo de un ministerio o de un área en una empresa y va a saber sobre sustentabilidad”.
Hacer bosque
En relación al trabajo en terreno, la acción que más se destaca es Hacemos Bosque, un programa socioambiental de desarrollo local y plantación de árboles que se lleva adelante en conjunto con Parques Nacionales. Ya llevan 27.770 árboles plantados en la Patagonia y la Reserva Natural de Pilar.
“El programa tiene una pata ambiental con la mirada puesta en la restauración ecológica, en la recuperación de un ecosistema plantando especies nativas que sean producidas en la misma ecoregión”, detalla Homps. Enfatiza que “es importante plantar todas las especies de ese ecosistema de acuerdo a la densidad estudiada en ese bosque. Por ejemplo, araucarias tienen que ser unas 600-700 unidades por hectárea”.
Por otra parte, el programa también implica “el apoyo a viveros y productores locales. Y, según explica Homps, esto es importante “porque sin ellos la efectividad baja un montón. Es necesario que se haga con un plantín germinado en las condiciones climáticas de la región, porque eso aumenta al 70-75% las posibilidades de que la especie sobreviva”.
Finalmente, el dirigente destaca que las jornadas de plantación, en la que participan distintos voluntarios, ayudan a crear conciencia en la comunidad local (aquella que vive en los mismos bosques o a escasos kilómetros), para que se comprometan con el cuidado del ecosistema.
La lucha contra el cambio climático y la importancia de involucrar a todos
El director ejecutivo de Amigos de la Patagonia destaca a cada momento la toma de conciencia por parte de la sociedad en temas ambientales en los últimos años. Del otro lado de la balanza, sin embargo, cada vez más estudios alertan sobre los efectos del cambio climático y pintan un panorama desalentador. ¿Se puede tener esperanza en que los esfuerzos sean suficientes?
“Creo que por suerte no estamos solos. Somos parte de, por ejemplo, la Alianza por el Clima, la Asociación Mundial para el Agua (Global Water Partnership, GWP), de la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible (Sustainable Development Solutions Network, SDSN, de Naciones Unidas). Con todos ellos venimos trabajando con una mirada más integral, cada uno en distintos niveles. Sabiendo que, por suerte, así como aumenta la crisis climática aumenta la conciencia. Hay un despertar muy positivo y tenemos fe. Por eso plantamos árboles que van a ser bosque en 70-80 años”, considera Homps.
“En la última década —sigue— ha habido más involucramiento de distintos sectores de la sociedad. Aunque aún hay mucho por hacer, la gente entiende de lo que hablamos cuando nos referimos al cuidado del ambiente y muchos nos consideran referentes en la temática”.
“En estos 10 años, la asociación ha tenido contacto con gobiernos, ministerios, con empresas de todo tamaño, desde un café en Bariloche a una mega corporación. Se acercan voluntarios de distintas partes del país y de distintas edades”, explica.
Por ejemplo, dice, en una reciente plantación de 3.000 ejemplares de araucarias en el Parque Nacional Lanín, hubo desde adolescentes hasta personas de más de 50 años. “Todos con el mismo amor por el cuidado ambiental”.
Hoy, Amigos de la Patagonia es un referente regional. “Nos sorprende que nos piden ayuda para hacer u programa en Trelew o Río Gallegos, entonces les decimos: ‘Hablá con tal persona’. Al estar con tantos voluntarios se genera una red de apoyo y tracción de cuestiones ambientales que preocupan todos”, explica el miembro de RED/ACCIÓN. Homps destaca que “no todos los voluntarios vienen de organizaciones sobre cuidado ambiental. Se genera un entramado de personas de distintas profesiones e intereses y creemos que tenemos la responsabilidad de representar a la sociedad entera. Por eso hacemos alianzas con otras organizaciones de distintos rubros”. Y cierra: “Entendemos que el cuidado ambiental es una tarea de todos, porque también genera un beneficio para todos”.
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