"Siento que en la escuela estoy siempre de prestado". La frase da vueltas desde hace años en la cabeza de Vanesa Videla, una de las referentes en perspectiva de género del Subprograma de Educación Técnica de San Luis. No la pronunció ella sino una alumna de una secundaria técnica en la que trabajó. La chica la usó para describir cómo se sentía aprender en una institución donde los varones son mayoría.
Esa situación no es una excepción. Según datos del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), de cada 100 estudiantes de las secundarias técnicas argentinas, solo 33 son mujeres. Especialistas, directivos y docentes coinciden en que el problema es complejo y multicausal, pero se puede solucionar. Hay pruebas: distintos colegios y distritos comenzaron a trabajar activamente en los últimos años para aumentar la matrícula femenina y acercarse todo lo posible a una paridad.
“La desigualdad en materia de género en la escuela técnica es un problema de larga data. Son instituciones que históricamente fueron pensadas por varones y para varones”, afirma Videla, que vivió en carne propia el asunto. “Fui a una técnica de Villa María, Córdoba. En ese momento, tenía orientación en tareas del hogar, cocina, costura y cerámica. Todas las estudiantes éramos mujeres. Podían ir hombres, pero no se inscribían. Los varones asistían a otra técnica de la ciudad que tenía las orientaciones típicas, como construcciones o electromecánica”, recuerda. Hoy, San Luis, la provincia donde trabaja, es la que tiene el porcentaje más alto de la Argentina de matrícula femenina en las técnicas: un 41,85 %, según datos del Ministerio de Educación local.
En el resto del país, ese porcentaje es variable. El informe “Crece la educación técnica pero persiste la brecha de género”, del Observatorio Argentinos por la Educación, compara la matrícula de 2017 de las 23 provincias y la Ciudad de Buenos Aires, y muestra que la escala tiene su mínimo en la Provincia de Buenos Aires, con el 27,4 %, y su máximo en San Luis, seguido por Chubut, Formosa, Santiago del Estero y Tierra de Fuego, que están cerca del 40 %.
“Si miramos las estadísticas por provincia, efectivamente vamos a encontrar diferencias en la matrícula por género, algunas por abajo y otras por encima del promedio nacional. Estas diferencias se explican por distintas razones: por empezar, por la demografía y la geografía de cada una”, analizan Ana Rapoport y Mariela Acevedo, a cargo del Área de Equidad de Género del INET.
En algunos casos, por ejemplo, la técnica es la única opción del pueblo o está muy ligada al circuito productivo local, como en el caso de muchas agrotécnicas. “Otra variable es la especialidad, que es la orientación que se elige en el segundo ciclo de la escuela técnica. En muchos casos, estas especialidades siguen funcionando con los antiguos mandatos y estereotipos de género”, explican. Por eso, los porcentajes de paridad suelen ser más altos en orientaciones como Administración o Química, y más bajos en Mecánica, donde no alcanzan el 12 % a nivel nacional.
En San Luis, hay 33 secundarias técnicas con un total de 7.204 chicos y 5.185 chicas. “Es una matrícula bastante equilibrada, pero tenemos mucho por trabajar”, afirma Videla. “Las chicas son mayoría en las especialidades Gestión, Servicios turísticos, Química e Informática. En Mecánica, Electromecánica, Energías, Automotores, Aeronáutica y Electrónica, son mayoría los hombres”, advierte Videla.
Rapoport y Acevedo fueron las encargadas del procesamiento de datos en el último estudio nacional sobre el tema: “Mujeres en la ETP, algunos datos sobre la participación de las mujeres en la secundaria técnica”, publicado por el INET en junio de 2020. De allí, surgen números que permiten dimensionar el alcance de estas instituciones en el país. Por ejemplo: solo el 14,3 % de las secundarias son técnicas. De todos los y las estudiantes secundarios argentinos (más de 3 millones), apenas el 17,8% está inscripto en una técnica. Cuando vemos ese dato por género, aparecen diferencias. De los varones que van al secundario, un 24,2 % va a la técnica. En mujeres, ese porcentaje cae a 12,6 %.
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Especialistas, directivos y docentes coinciden en que hay tres etapas para pensar la inclusión de más mujeres en las técnicas: el acceso, la permanencia y lo que pasa después del egreso. Para el primer paso, hablan de estereotipos: es necesario cambiar la idea que tenemos acerca de quién puede estudiar ahí.
“La baja proporción de mujeres en la secundaria técnica está ligada a las barreras de acceso que dificultan el ingreso de chicas a las disciplinas STEM (sigla en inglés que significa Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática) en los distintos niveles y modalidades educativas. Hay diferentes factores como las expectativas familiares o la falta de mentores que influyen en el hecho de que las niñas se alejen en los estudios secundarios de las áreas más vinculadas a ciencia y tecnología”, afirma Paula Coto, directora Ejecutiva de Chicas en Tecnología, una organización sin fines de lucro dedicada a promover y acompañar el desarrollo de adolescentes y jóvenes en carreras y emprendimientos tecnológicos.
“En muchos casos, sigue funcionando esa vieja idea que tenemos de la ‘escuela industrial’, donde nos imaginamos un taller enorme, lleno de máquinas fabriles y varones. Esa escuela ya casi no existe. O en todo caso, son una minoría. Sin embargo, esa imagen persiste entre las familias y entre las y los docentes de nivel primario que muchas veces son clave a la hora de sugerir u orientar a las familias”, analizan Rapoport y Acevedo.
En el Área de Equidad de Género del INET buscan poner en agenda el problema a nivel nacional, difundiendo información y capacitando a los distintos actores vinculados a la Educación Técnico Profesional (ETP). Este año conformaron la Mesa Federal de Género y ETP en la que participan todas las jurisdicciones del país. Para el año que viene, quieren lanzar una propuesta a las primarias para que incentiven el ingreso de sus egresadas a las técnicas.
Cómo lograron algunas provincias aumentar la matrícula femenina en las técnicas
Durante los últimos años, también se dedicaron a analizar los casos “de éxito” de provincias y escuelas donde la matrícula femenina es más alta que el promedio. Concluyeron que las modificaciones se logran fundamentalmente cuando comienzan “desde adentro”.
“Hemos conocido algunas experiencias en distintas escuelas técnicas que ya han podido revertir estos números. En la mayoría de los casos creemos que esto se debe a la presencia de mujeres con estos objetivos claros dentro del equipo directivo, ya sea como rectora o vice. También se ven diferencias cuando hay docentes mujeres en el taller, algo poco frecuente en las escuelas técnicas. A pesar de que las docentes mujeres son mayoría, se concentran en las materias del primer ciclo o en las materias que no son el “núcleo duro” de la ETP. Pero cuando están al mando de las materias vinculadas al taller, hay otra dinámica en la escuela”, afirman.
Elsa Guillermo es directora de la Escuela Técnica N° 1 de Lobería, una ciudad de 12 mil habitantes ubicada al Sur de la Provincia de Buenos Aires. Allí, tienen una particularidad: el 45,7 % de sus estudiantes son mujeres. Hay otra característica distintiva: todo el equipo directivo es femenino. “La directora, la vice y la secretaria somos mujeres”, detalla Guillermo. En 2019 ganaron el concurso Nuevas identidades de la Secundaria Técnica, organizado por el INET con un flyer que decía: "En esta técnica no importa el género, sino las ganas".
"Usamos mucho las redes sociales para mostrar lo que se hace en los talleres y en el interior de toda la escuela. Nos siguen muchas chicas y chicos de Lobería que están en la primaria, y en lo que publicamos no hacemos foco exclusivamente en las alumnas, sino en toda el aula trabajando en equipo. En nuestro caso no hubo un plan para conseguir más matrícula femenina, se fue dando, pero pensamos que hay características que fueron muy importantes, como que el equipo directivo sea de mujeres y que haya muchas docentes mujeres.Tenemos profesoras en una gran parte de las materias técnicas y, por ejemplo, Lengua, en el primer ciclo, la da un varón. Pudimos corrernos de los estereotipos y eso ayudó. A la vez, abrimos una guardería para hijos y hermanos de estudiantes”, analiza Guillermo.
Luciana Araya (27) es egresada y actual docente de la Técnica N° 1 de Lobería. Se recibió en 2011 de la secundaria como maestra mayor de obra y años después pudo estudiar el profesorado de Geografía. “Me acuerdo de que cuando estaba en la primaria fui a visitar la técnica y me gustó mucho ver lo que se hacía en el taller. Cuando mi mamá me preguntó dónde quería ir, le dije que ahí. Lo que aprendí en la escuela lo pude aplicar en mi vida. Por ejemplo, pusimos los pisos de mi casa con mi mamá, no tuvimos que pagar mano de obra y fue maravilloso. Volver y trabajar ahí es hermoso. Ahora doy talleres en 1°, 2° y 3°: Procedimientos técnicos y Lenguajes tecnológicos, y también Geografía. Cuando las chicas ven las fotos de las antiguas camadas, me reconocen y eso se convierte en una motivación para ellas”, sostiene.
Después del ingreso de las niñas a la técnica, llega el segundo desafío: que se queden y se sientan bien. Para eso, en San Luis crearon una guía para el abordaje de violencias de género en la escuela técnica. Con la práctica, se dieron cuenta de que también debían incluir material sobre interrupción voluntaria del embarazo e identidad de género. “Es importante realizar un trabajo hacia adentro de la institución: evaluar sus entornos, ver qué hace falta modificar en cuanto a los espacios y lugares (baños, vestuarios, espacios de trabajo). Por otro lado, es importante trabajar con el cuerpo docente y, si hace falta, capacitarse”, afirman Rapoport y Acevedo.
En la Ciudad de Buenos Aires la matrícula femenina en la técnica era una de las más bajas del país con un 27,6 % de chicas en 2018, según datos difundidos por el INET. Para revertirlo, desde la Comisión de Equidad de Géneros de la Dirección de Educación Técnica comenzaron a organizar encuentros y jornadas con el objetivo, por un lado, de capacitar a docentes, directivos y funcionarios; y, por otro, de visibilizar el trabajo de mujeres en las técnicas. Desde entonces, la matrícula femenina está en ascenso. Pasó de 8.995 alumnas en 2018 a 9.862 en 2020.
Melissa Gonzalez (18) vive en Lobería y es alumna de la Técnica N° 1. Comenzó el secundario en otra escuela de la ciudad, pero cuando estaba por empezar 2° su hermano se pasó a la N° 1 y ella se cambió con él. Eligió la orientación en Electromecánica, donde históricamente los varones son mayoría. “Yo creía que no podía hacer ciertas cosas porque era mujer, por esa idea de que las chicas no se tienen que ensuciar o trabajar en el taller. Fue una lucha conmigo misma más que con los demás, para demostrarme que puedo hacer esas cosas, ensuciarme, soldar, cortar o programar. Siempre me sentí muy acompañada por todos en la escuela. Es casi una familia”, asegura. Cuando egrese, quiere estudiar una diplomatura en Energías renovables.
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Los planes de Melissa tienen que ver con el tercer desafío de las mujeres en la secundaria técnica: el después, cuando las egresadas salen y deben seguir estudiando y/o insertarse en el mundo laboral. Desde Chicas en Tecnología, Coto afirma que haber ido a una secundaria técnica ya es un paso importante. “Familiariza a las adolescentes con las disciplinas STEM desde una edad temprana. Las mujeres que fueron a una secundaria técnica están más habituadas a convivir con compañeros varones y tienen una mayor confianza frente al desarrollo en estas áreas”, asegura. En cambio, las mujeres que no van a técnicas y luego ingresan a carreras universitarias o terciarias de STEM suelen atravesar una primera etapa más “intimidante” al ver que les toca aprender en ámbitos donde los hombres son mayoría, agrega.
Videla explica que muchas egresadas en San Luis no eligen carreras relacionadas a lo técnico. “Ahí está nuestro desafío: acompañarlas para que puedan pensarse como ingenieras, si lo desean”, sostiene. A Guillermo, en Lobería, también le preocupa que sus alumnas puedan seguir en la formación o trabajos técnicos. “Tenemos que hacer un trabajo hacia afuera. Porque nos pasa que nos llaman del municipio para pedir una recomendación de un técnico maestro mayor de obra y nos piden eso: un técnico. No una técnica. Nosotras podemos empoderarlas y hacer un trabajo enorme hacia adentro pero necesitamos que el afuera acompañe y eso es en lo que estamos pensando para el futuro”.