En 1948 el doctor Ludwig Guttmann, un judío que había escapado de la Alemania nazi, organizó en Londres un torneo de tiro al arco con 16 soldados que atendía en el Hospital Stoke Mandeville, quienes tenían lesiones medulares ocasionadas por su participación en la Segunda Guerra Mundial. El propósito del médico era que volvieran a ser parte de una sociedad que los había excluido. Por eso armó aquel evento, justo mientras en Londres se desarrollaban los primeros Juegos Olímpicos de la posguerra.
Aquellos “Juegos de Stoke Mandeville” son señalados como un incipiente origen de los actuales Juegos Paralímpicos, que comenzaron como tales en Roma en 1960 y que se disputan desde el 24 de agosto de 2021 en Tokio. Unos Juegos que se consideran paralelos a los Olímpicos y en los que compiten deportistas de todo el mundo con distintos tipos de discapacidad.
Claro, en todo este tiempo, el certamen creció. De 400 deportistas de 23 países que se dieron cita en la capital italiana hace 51 años, se pasó a un certamen como el de Tokio, donde 4.520 deportistas de 163 países participan en alguno de los 22 deportes del programa. Pero, a la par de una mayor difusión del deporte adaptado, también creció el movimiento de las personas con discapacidad que, con base en el denominado modelo social, reclaman sus derechos. Un marco gracias al cual hoy los Juegos Paralímpicos contribuyen a aquel cometido de Guttmann: la inclusión social.
Los Juegos que rompen prejuicios
“El estigma que se tiene a una discapacidad física cambia cuando uno presencia el deporte”, señaló Craig Spence, portavoz del Comité Paraolímpico Internacional, durante el inicio de los Juegos. “Cambiarán tu actitud hacia la discapacidad”, prometió.
En ocasiones, este efecto de asombro, de sorpresa, es experimentado primero por los y las deportistas.
“Yo era bastante tímida, pero el deporte adaptado me hizo sociabilizar más y también me ayudó a abrir la mente. Porque antes pensaba que con una discapacidad no podía hacer ningún tipo de deporte y que solo podía estudiar. Pero con esto aprendí que, a pesar de tener limitaciones por obvias razones, también puedo hacer muchas otras cosas. En este caso un deporte y ser una deportista”. Lo dice Ailén Flores, quien nació con un diagnóstico de cuadriplejia. Tiene 20 años y en Tokio disputa sus primeros Juegos Paralímpicos como parte del equipo de boccia (una disciplina adaptada para personas con parálisis cerebral y distrofia, en la cual los y las jugadoras lanzan bolas azules o rojas con el objetivo de acercarla lo más posible a una bola blanca).
Flores es parte de la delegación de 57 deportistas de Argentina en los Juegos.
También a Elizabeth Noriega, quien tiene 34 años y una parálisis cerebral espástica de nacimiento, el deporte adaptado le demostró que su discapacidad no le impedía hacer algo como competir en el alto rendimiento. “Soy de Arroyito (Córdoba, a 120 kilómetros de la capital provincial) y desde chica viajaba a la ciudad de Córdoba para hacer rehabilitación y natación. Pero recién en mi adolescencia me enteré de que podía competir”, cuenta desde su concentración en Tokio, donde llegó para competir en las pruebas de 100 y 200 metros estilo y 50 metros espalda.
La propuesta de dedicarse al alto rendimiento vino de un profesor que la vio nadar en Ushuaia, donde visitaba a su hermana. “Me pareció muy raro, porque no puedo mover las piernas y pensé que iba a ser imposible competir. Pero el profesor me dijo que tenía muchas condiciones, aunque no pudiera hacer las patadas”, recuerda Elizabeth, quien obtuvo tres medallas en los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019.
“En ese momento no dimensionaba lo que venía después: surgieron concentraciones, me llamaban desde Buenos Aires”, dice quien disputa también sus primeros Juegos Paralímpicos.
El colectivo diverso de personas con discapacidad
Si los Juegos Olímpicos son una invitación cada cuatro años a valorar el amplio abanico de culturas que existen en el mundo, los Paralímpicos le agregan la diversidad propia de las personas y sus condiciones. Condiciones de discapacidad que no les impiden participar de competencias deportivas.
Para ello, las personas son clasificadas en diez tipos distintos de discapacidad: en la fuerza muscular, en el rango de movimiento pasivo, en las extremidades, diferencia de longitud en las piernas, baja estatura, hipertonía (el aumento anormal de la tensión muscular y reducción de la capacidad de un músculo para estirarse; ocurre, por ejemplo, en casos de parálisis cerebral) ataxia (falta de coordinación), atetosis (movimientos desequilibrados e involuntarios y una dificultad para mantener una postura simétrica), discapacidad visual o intelectual (acá se explica bien cada una).
No todas las discapacidades compiten en todos los deportes.
A su vez, para que la competencia sea justa, se establecen clases, que buscan agrupar a deportistas de modo que en cada prueba participen juntos quienes tengan un grado de dificultad similar. De ahí que para 22 deportes haya 540 eventos que entregan medallas. Por ejemplo, según señala el Comité Paralímpico Internacional, la carrera de 100 metros de atletismo cuenta con 30 clases distintas, que van desde quienes corren con sillas de ruedas especiales o quienes tienen discapacidad visual.
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Lecciones que brinda el deporte
Desde luego, en ocasiones las personas con discapacidad también pueden practicar un deporte junto con las personas sin discapacidad. En el sitio oficial, de los Juegos Paralímpicos, se lee: “Los cuatro primeros clasificados en la final de los 1.500 metros T13 de los Juegos Paralímpicos de Río 2016, ganada por el argelino Abdellatif Baka (3:48.29), marcaron tiempos más rápidos que los cuatro primeros clasificados en la prueba equivalente de los Juegos Olímpicos de Río 2016”.
Pero hay ejemplos más cercanos. Gabriel Copola (37) es representante argentino en tenis de mesa. Copola se mueve en silla de ruedas desde los 11 años, a raíz de un accidente cuando andaba en bicicleta, por el cual estuvo 100 días internado. En una entrevista televisiva, contó que antes de la pandemia era habitual para él entrenarse con jugadores sin discapacidad.
“Lo que me ayudó a superar el accidente fueron mi familia y quienes me acompañaron. Fueron quienes no permitieron que descartara ninguna opción de lo que quería hacer”, cuenta ahora desde Tokio. Dice que el deporte le gustaba desde chico (jugaba al fútbol). “Por más que usara una silla de ruedas no iba a dejar de practicar deporte”. A los 14 años llegó al tenis de mesa. Y en esa disciplina participó en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 y Río 2016, y en tres Juegos Parapanamericanos, con medallas doradas en Guadalajara 2011 y Lima 2019.
“El deporte no solo me dio beneficios a nivel biológico o fisiológico, sino que me ayudó a desarrollarme como individuo. Desde chico represento al seleccionado nacional. Pude viajar al exterior, conocer a personas con discapacidad en mi misma situación, respetar nuestra bandera, buscar ponerla en lo más alto”, cuenta a través de audios de WhatsApp. Y suma: “También aprendí a disciplinarme, a tener una conducta para el entrenamiento. El deporte es una herramienta increíble para desarrollarse y sobre todo para personas con discapacidad, que suelen ver limitadas ciertas prácticas. El deporte es algo que todos pueden practicar. Hay un deporte para todos”.
Copola es profesor de Educación Física, egresado de la Universidad Nacional de La Matanza. “Ahí también me enseñaron inclusión, porque nunca hubo un impedimento para que estudie la carrera”, cuenta.
Otro integrante de la delegación argentina paralímpica para quien el deporte fue un espacio de crecimiento es el judoca Fabián Ramírez, quien junto a la atleta Yanina Martínez llevó la bandera nacional en la ceremonia de apertura de los Juegos.
Ramírez tiene 44 y está ciego desde los 9 años. Y en Tokio participa por sexta vez de un Juego Paralímpico. “El judo para todos es complicado, porque es un deporte poco difundido. Yo he sido muy incluido en los sectores donde se practicaba judo: he practicado de par a par con personas sin discapacidad. El judo me ha ayudado mucho a nivel social”.
“El judo representa un camino duro, pero que brinda muchas satisfacciones. Me ha abierto muchas puertas”, analiza quien ganó la medalla plateada en Atlanta 1996 y el bronce en Beijing 2008. Dice que gracias a este deporte tuvo “muchos cambios” en su personalidad. “El deporte te fortalece, te da esperanza para atravesar momentos difíciles”, cuenta.
Ramírez trabajó durante mucho tiempo como impresor en la Biblioteca Argentina para Ciegos. Hoy se dedica exclusivamente a competir.
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El deporte, además, es una forma de aprender sobre compañerismo y trabajo en equipo. Copola, de hecho, arribó a Japón no solo para competir en individuales, sino también en pareja con Mauro Depérgola.
“En un deporte individual poder encontrar a alguien como Mauro fue una bocanada de aire: uno compite de manera individual, se preocupa por su ranking, su juego. Tener la posibilidad de compartir con otro hace que todo sea más liviano. Con el plus de que el tiempo nos trajo una amistad muy cercana”, dice.
Flores, por su parte, comparte el equipo con Mauricio Ibarbure, emblema de la boccia en Argentina, quien en Tokio disputa sus sextos Juegos consecutivos.
“El deporte me enseñó compañerismo: que a pesar de que tenga bajones, el equipo siempre va a estar acompañado”, cuenta Flores, que en 2019 ganó una medalla dorada en los Parapanamericanos de Lima. “Mauricio fue el primero en enseñarme todo y la verdad que cada día aprendo más de él”, agrega.
Libertad en el deporte
“La bici fue mi mejor terapeuta. No solo por el ejercicio, sino porque podía movilizarme más rápido y ser libre. Era ver que de a poco volvía a ser yo”, cuenta Rodrigo López. Libertad es una palabra recurrente cuando deportistas paralímpicos describen sus sensaciones al jugar, andar, correr, practicar.
López tiene 42 años y parálisis cerebral desde niño, lo que le ha ocasionado dificultades en el habla, la audición y la motricidad fina. “Fue un proceso largo hasta ahora porque no me recuperé al cien por ciento. Fue difícil, con muchas renuncias. Tuve que aprender de cero todo de nuevo. Hasta las cosas más básicas que se logran a los meses de haber nacido: caminar, hablar y los movimientos. Lo más difícil fue que mi cerebro no reconocía el cambio, sería algo así como hacer andar un motor V8 en un Fiat 600”, explicó en una entrevista sobre lo que siguió a su diagnóstico.
Claro, en todo ese proceso, la bicicleta lo acompañó. Primero pedaleando junto apersonas sin discapacidad. Y, luego, recorriendo el mundo y sumando medallas en competencias de ciclismo adaptado. Participó en cuatro Juegos Paralímpicos, sumó medallas de bronce en Atenas 2004 y Londres 2012 y ganó cuatro títulos mundiales.
Además, López es el pionero del ciclismo adaptado en Argentina, algo que para él representa “responsabilidad y compromiso”.
Visibilizar al colectivo y dar un mensaje de inclusión
Además de ser parte del seleccionado argentino de boccia, Ailén Flores es estudiante de Abogacía: dice que quiere ejercer esta profesión para defender los derechos de personas con discapacidad. “Siento que todavía no respetan nuestros derechos y tampoco nos respetan a nosotros como persona. Sin ir más lejos, en el deporte hay mucha discriminación. No se toma lo que hacemos como deporte de élite; cada vez que hablan de que hacemos deporte nos toman de ejemplo de vida de forma despectiva. Somos personas y deportistas como cualquier otro”, analiza.
En ese sentido, los Juegos Paralímpicos buscan visibilizar a las personas, a los deportistas, más allá de una discapacidad. “Creo que el deporte juega un rol muy importante en la inclusión: ayuda a que nos vean como seres independientes, capaces de hacer cualquier esfuerzo por lograr un objetivo”, suma Flores.
A propósito, los deportistas paralímpicos muchas veces se entrenan seis o siete días por semana. En ocasiones tienen dedicación exclusiva a su deporte. En síntesis: lo que implica el alto rendimiento deportivo.
“Las competencias son muy necesarias para difundir y que se conozca más el deporte y los deportistas, que están al mismo nivel que un convencional. No hay diferencias en cuanto al esfuerzo”, aporta López.
“La enseñanza que transmiten los Juegos Paralímpicos para la sociedad es enorme. Cuando ves los Juegos te das cuenta de que las limitaciones se las pone uno mismo. Enseñan que siempre se puede: que si trabajás duro, se pueden lograr los sueños”, señala Noriega.
Naciones Unidas remarca esta capacidad de los Juegos Paralímpicos para, desde su rol como deportistas, incluir a las personas con discapacidad.
“Los Juegos Paralímpicos de Beijing de 2008 son el principal ejemplo de la forma en que los Juegos pueden afectar a una sociedad. Este acontecimiento cambió el enfoque y la actitud de China hacia la discapacidad y logró que su sociedad sea más inclusiva para los aproximadamente 83 millones de personas del país que viven con una discapacidad”, cuenta en un artículo publicado en la previa de Río 2016. Dice que, desde entonces, el Gobierno chino realizó obras de accesibilidad y ese mismo 2008 se convirtió en uno de los primeros uno de los primeros signatarios de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, el tratado internacional más importante de derechos humanos del colectivo.
“La inclusión tiene muchos aspectos: la accesibilidad, la formación profesional, la mirada de la sociedad sobre las personas. La inclusión es un conjunto de cuestiones que se tienen que dar para que se haga efectiva”, reflexiona sobre el tema Copola. Y concluye: “Debemos fortalecer cada uno de estos aspectos, sobre todo lo que tiene que ver con la empatía de los actores que conformamos la sociedad, en cómo vemos al otro. Y en función de esto generar los accesos para que todos puedan ser parte de una coyuntura que ve a la persona con discapacidad como una persona con derechos y posibilidades de desarrollarse”.