Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
“La principal secuela del machismo es el sesgo cognitivo generalizado. Afecta todo”. “Mi papá le dijo a mi hermanito que el psicólogo era para débiles”. “Nunca podía llorar, menos en público. Me enojaba cada vez que quería llorar porque 'estaba mal'”. Estas fueron las respuestas de algunos lectores de RED/ACCIÓN cuando preguntamos vía Instagram si habían vivido situaciones en las que se ve cómo el machismo afecta a los varones.
Sea al exponerse a situaciones de riesgo (como conducir a alta velocidad, tener sexo sin protección o demostrar resistencia a alcohol o drogas) o al no pedir ayuda cuando la necesitan, el machismo y los roles de género históricamente establecidos han enseñado a los varones a naturalizar conductas que pueden ser dañinas para su salud. Por eso, en un contexto de debate y reflexión, deconstrucción y reconstrucción, Kaleidos junto a la Asociación Civil FUSA —ambas organizaciones de la sociedad civil que trabajan en la promoción y restitución de los derechos de los y las adolescentes y jóvenes, desde una perspectiva de género— lanzaron la campaña #EsDeVarón. La iniciativa busca, a través de placas con imágenes y datos en redes sociales, ayudar a desarmar los estereotipos de género que impiden que los adolescentes busquen ayuda ante un malestar físico o emocional.
“Luego de varios años de trabajar sobre los mandatos de masculinidad y para lograr prácticas más equitativas y libres de violencias entre adolescentes, junto a FUSA vimos necesario lanzar una campaña destinada a adolescentes varones para alertar acerca de cómo el machismo y los estereotipos de género condicionan su acceso a la salud. El trabajo que venimos realizando ambas instituciones en la modificación de comportamientos y actitudes en diferentes espacios de socialización de los y las adolescentes (como la escuela o los clubes deportivos) nos alertó acerca de la necesidad de armar la campaña #EsDeVarón. Está dedicada a jóvenes pero también a los adultos y adultas que trabajan con esta población para prevenir la violencia y construir masculinidades positivas e inclusivas”, dice Lucía Sucari, coordinadora de Comunicación de la Fundación Kaleidos.
“A su vez, que esté destinada a los adolescentes varones tiene que ver con la necesidad de salir de la costumbre de hablarle siempre a las mujeres. Pensamos que hay que incluir a los varones porque son parte del problema pero también de la solución. Y la adolescencia es una etapa clave de construcción de la subjetividad, de la identidad... Son los comportamientos y prácticas que se transmiten en esta etapa de la vida (a través de la socialización en diferentes espacios) los que condicionan cómo debe ser un varón, cómo accede a la salud”, agrega. Y aclara que “el hecho de que la campaña sea en redes sociales tiene que ver con poder llegar a esta población joven, interpelarla, instalar el tema en donde ellos están”.
Sucari explica que el objetivo principal es mostrar “cómo el machismo también tiene consecuencias para los varones, cómo el género y los estereotipos son factores determinantes a la hora de construir identidades, y cómo moldea el modo en que los varones acceden a la salud. A su vez, concientizar acerca de que la salud no es solo ir al médico sino también cuidar la salud mental, hablar de las emociones…”.
“Veo que no muchos hombres cuidan su salud física y emocional. Yo creo que piensan que no hacerlo es normal, que no va a pasar nada, que nunca se van a enfermar. Creo que socialmente se creó como una idea de que el hombre siempre tiene que arreglárselas solo, que tiene que hacer todo solo y no hablar las cosas”, dice Alexander.
El joven de 24 años forma parte desde hace cuatro de Jaikará, un proyecto de la Fundación Kaleidos que nace de un acuerdo de colaboración con la fundación suiza Children Action, especializada en primera infancia y adolescencia. Jakairá tiene como eje la restitución de derechos de las y los adolescentes en general, principalmente de poblaciones vulneradas, de aquellos que son madres y padres, y de sus hijos e hijas. Con este fin implementan estrategias de acompañamiento, les brindan herramientas de empoderamiento y trabajan cuestiones claves mediante la educación sexual integral.
Alexander dice que él también fue un adolescente al que no le gustaba recurrir a nadie cuando le pasaba algo: “Pensaba que llenaba a la gente con mis problemas. Siempre me las arreglé, aprendí desde muy chico a lidiar con mis problemas solo. Pero después, cuando crecés, te das cuenta de que al final sirve hablar las cosas cuando necesitás expresarte, porque cuando acumulás tanto después puede ser mucho peor. Hay muchas personas que se encierran cuando en realidad necesitan una ayuda, sea cual sea”. Ahora, dice, prefiere recurrir a otro cuando algo le preocupa y también se ofrece para sus amigos: “Cuando quieren hablar conmigo presto oído, presto palabra, presto cualquier cosa con tal de debatir un tema que alguien tenga. Lo hablamos y doy mi punto de vista; siempre la forma de salir de eso es pidiendo ayuda”.
En la adolescencia, cuenta, vivió un montón de situaciones en las que él o sus amigos se ponían en riesgo porque era lo esperado de los varones, como por ejemplo “muchísimas peleas” en las que terminaban enredados por presión social o por la necesidad de pertenecer. “Muchas veces se genera eso de que si no hacés esto o no hacemos esto sos un miedoso o sos tal o cual cosa. Hay un montón de gente que se deja llevar por eso. En mi caso nunca fue un problema porque yo hice siempre lo que quise y esas palabras no las escuchaba o no me afectaban tanto, pero muchas veces se da por el tema de que ‘si lo hacemos todos, vos también tenés que hacerlo’, o ‘si vos no hacés esto, con nosotros no te juntás’”.
“Los estereotipos tradicionales de género han contribuido a generar modelos de masculinidad tóxica, en los que los valores como el cuidado de sí mismos y de los demás adquieren un lugar residual”, explica la socióloga y politóloga feminista Lucía Martelotte, exdirectora ejecutiva adjunta del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA). “Desde la primera infancia se fomenta en los varones el uso de la fuerza, la agresividad, la competencia, el riesgo. Adicionalmente esto se produce en el marco de un sistema en el que la autonomía y la libertad son concebidos como opuestos al cuidado”, agrega.
En la campaña, las organizaciones explican cómo los mandatos de “ser varón” condicionan su acceso a la salud:
- Los modelos de masculinidad hegemónica con los que crecen los varones les enseñan que las conductas de autocuidado y cuidado de otros/as no son “cosa de hombres”.
- Estos estereotipos de género los llevan a negar sus problemas de salud, su vulnerabilidad y hace más difícil que pidan ayuda frente a una situación de malestar o enfermedad.
- Esto tiene consecuencias nocivas para la salud de los varones como para quienes les rodean.
- No recurren de manera preventiva a un/a especialista, sino cuando ya están afectados por un proceso de enfermedad.
- Reportan mayores tasas de suicidio.
- Realizan menos consultas sobre su salud mental.
- Subestiman situaciones de riesgo para su salud y la de otros/as.
Por todas estas razones, explican, desarmar el machismo también es beneficioso para la vida de los varones.
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Algunos cambios ya se ven reflejados en las nuevas generaciones de adolescentes. Como cuenta Martín, de 17 años, quien también participa del programa Jakairá. Él no cree en un mandato o modelo de lo que se espera de un varón que implique tener que resolver problemas sin pedir ayuda o cuidarse menos: “Me parece que eso depende de la forma de pensar de cada uno porque ya no es lo mismo que en otros tiempos”.
“No veo que esto pase conmigo o mis amigos. Cuando ellos tienen un problema, al menos me lo cuentan a mí, no sé si se lo contarán a los padres. Y yo trato de ayudarlos hasta donde puedo. Después, si no puedo seguir porque no sé más del tema busco a otra persona que los pueda ayudar, pero estoy para lo que necesiten. Y si me duele algo, por lo general se lo digo a alguien. Si tengo un problema, depende del problema. Por ahí si no es algo muy grave, no, pero quizás está mal no contarlo sea o no sea grave, porque por ahí puede haber algo que no sea grave pero si no lo contás y no tenés ayuda se puede llegar a hacer grave”, reflexiona.
Martelotte cree que “asistimos a tendencias contrapuestas: si bien un porcentaje de varones (especialmente los más jóvenes) incorporaron los valores del feminismo y han cuestionado la masculinidad tradicional, esto convive con un backlash [una respuesta negativa en contra de algo] en el que tanto movimientos neoconservadores como libertarios coinciden en su oposición a la igualdad de género y la reivindicación de los valores ‘clásicos’ de la masculinidad”.
“A pesar de los avances —continúa— aún queda un largo camino por recorrer. Para ello es necesario seguir trabajando para lograr la efectiva implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) en todo el territorio nacional. Otro aspecto clave consiste en la transformación de los modelos transmitidos por el arte y la publicidad, que muchas veces refuerzan la masculinidad tradicional, ponen en valor el riesgo y el exceso en los consumos y fomentan la dominación y la subordinación de las mujeres”.
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