El buque hospital USNS Comfort, de la Armada de los Estados Unidos, está navegando por Perú y asistiendo cada día a unos 750 pacientes. La Argentina, que se sumó a la misión, envía ahora a otros dos voluntarios.
“Ser voluntario, solamente por trabajar una en salud, es algo innato”, dice Carolina Piagentini, una instrumentadora quirúrgica que dedica sus días a la guardia del Hospital Argerich y a la Dirección Nacional de Emergencias Sanitarias y que ahora, un domingo a las 3:46 de la madrugada, viste una camiseta de Cascos Blancos y viaja en un remís hacia el aeropuerto de Ezeiza. A Piagentini la acompaña Aldo Buffa, un enfermero de la ciudad de Santa Fe que, como ella, es voluntario de Cascos Blancos.
Todavía es de noche pero cuando se haga de día los dos despegarán en un vuelo hacia Perú. Allí abordarán el buque hospital USNS Comfort, de la Armada de los Estados Unidos, que se encuentra en una misión para dar asistencia sanitaria a los migrantes venezolanos en Ecuador, Perú, Colombia y Honduras.
Piagentini y Buffa son el recambio de otros cinco enviados que, como ellos, son voluntarios civiles de Cascos Blancos (una iniciativa de ayuda humanitaria creada por la Argentina, que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, y que está avalada por la ONU y la OEA).
Aquellos cinco voluntarios (una médica pediatra, una odontóloga, un odontólogo, una psicóloga y una enfermera) trabajaron en el barco durante 18 días, desde que éste zarpó de la Estación Naval de Norfolk, Virginia. Hoy mismo, en el aeropuerto de Ezeiza, se cruzarán con Piagentini y Buffa para darles algunos consejos y contarles cómo será su vida a bordo de esa nave que cuenta con 12 quirófanos, un tomógrafo computarizado y máquinas de rayos X.
“Los voluntarios nos conocemos trabajando en momentos no muy gratos, en emergencias, cuando hay que actuar”, dice Buffa, mientras la ciudad de Buenos Aires va quedando atrás. “Para uno, tratar de ayudar a las personas es parte de la vida, sabiendo que trabajar en una situación crítica es una responsabilidad muy grande: hay que cuidar y atender a otra persona, siendo uno frío para actuar pero teniendo el corazón tierno”.
El barco Comfort puede recibir 200 nuevos pacientes al día, tiene la misma capacidad operativa de un hospital y en esta nueva misión busca aliviar la presión sobre los sistemas sanitarios de los países que reciben el flujo de los migrantes venezolanos. El gobierno colombiano indicó que unos 400.000 venezolanos regularizaron su situación en Colombia, donde la cifra de atención de urgencias viene creciendo desde 2015. Al mismo tiempo, las estimaciones indican que entre 1 millón y 5 millones de personas han emigrado de Venezuela en los últimos dos años, lo que representa entre el 3% y el 16% de la población de ese país.
El Embajador Alejandro Daneri, presidente de la Comisión de Cascos Blancos, saluda al capitán del barco USNS Comfort en Virginia. Foto: Cancillería Argentina.
Para Piagentini y Buffa, ésta es la primera misión con Cascos Blancos fuera de la Argentina. Además de ellos, en el barco hay otros civiles provenientes de California y algunos latinoamericanos.
Un rato más tarde, ya en el aeropuerto de Ezeiza, se encuentran con Paul Dal Din, una médica pediatra que integró el primer grupo de enviados argentinos y que acaba de aterrizar en Ezeiza esta misma madrugada. Los otros cuatro voluntarios aterrizarán en un rato. Mientras Dal Din estuvo en el Comfort, el barco ancló a ocho millas de la costa ecuatoriana. Desde allí se trasladaban hacia el puerto, en botes para 40 pasajeros y helicópteros para 20, pacientes y médicos.
Ahora, mientras toman un café entre turistas y viajeros ansiosos, Dal Din les cuenta a Piagentini y a Buffa que vio gente que hizo fila durante tres días para ser atendida; que en los puestos de atención en tierra había un laboratorio con máquinas de ultrasonido y rayos X, y que en el barco se hacían ecocardiogramas y tomografías; que el Comfort tiene tres niveles de acción: misión de combate, situación de desastre (por ejemplo, terremotos y huracanes) y misión humanitaria (donde provee atención masiva sin alta complejidad). Que cada noche se anuncia el horario en el que hay que presentarse al día siguiente y que la atención a los pacientes comienza a las 8:30 de la mañana. Que hay que adecuarse al ritmo militar, un ritmo distinto al civil. Que los enchufes son de patas rectas, al estilo estadounidense, y que no hay camas, sino cuchetas.
“Nosotros vamos a una cita a ciegas”, dice Piagentini. “No sabemos con qué patologías nos vamos a encontrar, ni con qué cirugías. Pero estamos listos para que nos den las indicaciones y para trabajar”. El check-in en el mostrador de la línea aérea ya está hecho y, en breve, los dos voluntarios argentinos pasarán el control de migraciones. Ya amaneció. Entonces llega la hora. Cada vez está más cerca el despegue y, por ende, el USNS Comfort y los migrantes.