“Fue en 2002 en un vestuario”, contó Silvio Velo en una conferencia de prensa en 2019. “En ese momento en la Argentina estaba de moda el zoológico deportivo, por así decirlo. Estaban Los Pumas, Las Leonas, Las Panteras y demás. Entonces empezamos a decir: ¿por qué no podemos estar nosotros? Buscamos un nombre de un animal y se propuso ‘Los Topos’, ‘Los Linces’ y otros. Yo propuse ‘Murciélagos’ y fue aceptado”.
Desde entonces, nadie habla de una Selección Argentina de Fútbol 5 para Ciegos, sino de Los Murciélagos, un equipo bastante poderoso en la competencia internacional al que su capitán, Silvio Velo —ahora en diálogo desde el CENARD, donde el equipo se está concentrando para los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021 (que serán desde el 24 de agosto hasta el 5 de septiembre)— llama con cariño “los Murci”. “Hicimos el trabajo de la tarde, hicimos partido, estamos entrenando para construir un equipo óptimo”, dice. “El equipo está muy bien preparado y no por nada en el ranking mundial es el número 1. Tenemos una expectativa alta”. La medalla de oro es la única que les falta a Los Murciélagos.
Silvio Velo nació en San Pedro, ciego (“y pobre”, agrega), hijo de un albañil y de una empleada doméstica, hermano de doce (único no vidente entre ellos) y fue educado en el Instituto Román Rosell de San Isidro (famoso por su trabajo por la integración de los niños, niñas, adolescentes y adultos con discapacidad visual). Hoy, 50 años después, Velo es una leyenda.
Lleva desde 1991 la cinta de capitán del equipo nacional de fútbol. Ocho veces fue galardonado como el mejor jugador del mundo; ganó dos mundiales (Brasil 2002 y Argentina 2006), la medalla plateada en los Juegos de Atenas 2004 y la de bronce en Pekín 2008 y en Brasil 2016. La Presidencia de la Nación y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le dieron reconocimientos en el Bicentenario; el Premio Konex lo obtuvo en 2011.
La agencia AFP lo denominó “el Messi del fútbol ciego” y la BBC le dedicó un episodio de un pódcast con el título de “The Blind Maradona”. “Es una satisfacción enorme que te comparen con esos dos referentes del fútbol mundial”, dijo Velo en una entrevista con elDiario.ar. “Son cosas que le hacen bien al equipo, más que nada, y claro que a uno también. Necesitamos de estas cosas para difundir nuestro deporte, para mostrarnos”.
“Yo quería jugar al fútbol, pero no sabía cómo ni cuándo ni dónde”, recuerda sobre su infancia. “Sentía al fútbol dentro mío, aunque había nacido ciego y ese era un deporte, en ese entonces, enteramente visual. Hasta que descubrí en el Instituto Román Rosell que a la pelota se le podía poner un cascabel y que había pibes como yo, que tampoco veían y que jugaban. ¡Qué fácil que era la solución!”. Esa fue una bisagra. “Además, mis padres nunca me sobreprotegieron y eso fue muy importante. No teníamos nada material pero sí mucho apoyo. Yo era uno más, andaba por el barrio, remontaba barriletes, iba a pescar: vida normal”.
Sus logros parecen infinitos y ahora llega uno más: es uno de los nueve deportistas ―y el único latinoamericano― del videojuego oficial de los Juegos Paralímpicos, diseñado en Japón. El game se llama Pegasus Dream Tour y con él podés jugar a ser Velo en sus partidos. “A través de esta iniciativa podemos difundir nuestro deporte y especialmente los Juegos Paralímpicos”, dice el capitán, luego de un día lluvioso de entrenamiento, desde una habitación que comparte con otros dos futbolistas: Froilán Padilla y Maximiliano Espinillo. “Creo que convocarme para el juego fue un gran reconocimiento y acepté por eso y para que el deporte paralímpico siga creciendo”.
La selección nacional surgió en 1991; antes que la liga de equipos, que nació en 1994 y que hoy tiene 28 clubes que en muchos casos carecen del mismo apoyo que Los Murciélagos. Cinco años atrás, un grupo de deportistas ciegos argentinos había formado el núcleo de la FADEC (Federación Argentina de Deportes para Ciegos) y se había puesto en contacto con la Federación Internacional de Deportes para Ciegos. Por entonces, Velo trabajaba en una dependencia del Estado y en el Instituto Román Rosell, y cuando llegó la hora se sumó a un precario primer equipo nacional. “Estaba lleno de falencias pero había que armarlo, eso era más importante que los jugadores que lo integrábamos”, dice. “Ese fue el puntapié inicial”.
Después de tantos años de éxitos, Los Murciélagos son atractivos para las marcas: en junio Adidas lanzó un comercial sobre el fútbol para ciegos con la participación del propio Velo. Se trata quizás del ejemplo argentino más mencionado en deporte paralímpico, un movimiento que, según el BID, nació en un hospital británico en 1948 para apoyar a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.
El concepto creció sin pausa y en 2016 los Juegos Paralímpicos de Río convocaron a 160 países y a unos 4.500 atletas. En el Maracaná, Aaron Wheelz Fotheringham (que hace saltos en silla de ruedas adaptados del skate y el BMX) se deslizó hasta una rampa, donde a toda velocidad realizó un salto mortal con su silla de ruedas y dio inicio a la ceremonia. Los Murciélagos debutaron en esa competencia contra México. Maximiliano Espinillo marcó un golazo a los 2 minutos; Silvio Velo, a los 15 y con una jugada individual, colocó el resultado final: 2-0.
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Parte de la solución para la carrera de estos deportistas es que tienen becas que les permiten vivir entrenando. “Cuando vuelvo a San Pedro hago lo mismo que en el CENARD: aeróbico en el gimnasio, táctica en la cancha… y voy a la cancha que me presten”, dice Velo. Y el equipo tiene a disposición un estadio exclusivo en el CENARD. “Lamentablemente, no todos están en las mismas condiciones. Nosotros no tenemos excusas”, dice él.
Velo es consciente de su esfuerzo. “Soy una persona que se mueve de acuerdo a los desafíos y mi desafío este año es llegar a Tokio”, sigue. “La lista de jugadores todavía no se entregó. Estoy entrenándome muy fuerte y no hay imposibles: yo me entreno con pibes de 20 años, pibes que tienen la edad de mis hijos, pero eso me motiva más. Por ahora sigo y me siento muy bien. El mensaje que quiero dar es poner el pecho y no bajar los brazos nunca”. En el CENARD la charla termina: hay que volver a la concentración.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 13 de julio de 2021.
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