Una manifestación recorrió ayer algunos de los principales puntos de la ciudad de Barcelona portando un féretro, en una representación de un imaginario cortejo fúnebre del “turismo masivo”. Decenas de personas caminaron con el ataúd (decorado con fotos de hoteles, de Airbnb y de cruceros) desde la Plaza de Catalunya hasta la Plaza de Sant Jaume, y allí hicieron un falso entierro. Ayer fue el día Mundial del Turismo y en Barcelona, una ciudad de 1,6 millones de habitantes que cada año recibe a más de 30 millones de turistas (y que ya es la quinta más visitada de Europa, luego de Estambul, Londres, París y Roma), la fecha no pasó desapercibida.
“Hay toda una serie de conflictos generados por la explotación turística de la ciudad y de los barrios y en realidad, todos confluyen en lo mismo: la exclusión de los vecinos y la mercantilización de la ciudad”, dice Daniel Pardo, miembro de la Asamblea de Barrios por un Turismo Sostenible, que lucha contra la “turistificación” que comenzó en 1992 con los Juegos Olímpicos.
La Asamblea organizó el cortejo fúnebre, que llevó en primera fila un letrero que decía: “Contra el turismo de masas, decrecimiento turístico”. En el discurso del entierro, uno de sus portavoces dijo: “El turismo es una industria extractiva y de las más contaminantes”.
“La expulsión directa de los vecinos se da con el desplazamiento del parque de vivienda a usos de alojamiento turístico”, sigue ahora Daniel Pardo, en un bar de la zona del Borne, un antiguo barrio obrero devenido en uno de los más cotizados de la ciudad. “Y también con la transformación del tejido comercial: el comercio de uso cotidiano es desplazado por negocios y servicios turísticos que a los vecinos nos resultan inútiles. En el medio hay un tejido mixto, como por ejemplo de bares, pero los que están enfocados hacia el turismo tienen unos precios que resultan inasumibles, con lo cual también somos expulsados de esos lugares y tenemos que ir a buscarlos más lejos, lo cual dificulta la vida cotidiana”.
¿Cuáles son los barrios más afectados?
Toda la Ciutat Vella (Ciudad Vieja): la Barceloneta, la Rivera, el Gótico y el Raval. También hay fuertes impactos en el Poble Sec y en Sant Antoni. Y afecta ya a una corona grande: Gràcia, el Eixample, Poblenou, Sagrada Familia. Lo que hace diez años era Ciudad Vieja e inmediaciones, hoy ha hecho una expansión que deja pocas periferias fuera.
¿Qué consecuencias tiene la relación entre el sector turístico y el sector inmobiliario?
El sector turístico y el sector inmobiliario están íntimamente ligados. Eso pone a los residentes a competir, por las viviendas, con unas capacidades adquisitivas internacionales que no tienen nada que ver con los salaries locales. Todo eso redunda en la no renovación de contratos de alquiler para los vecinos. Hay que decir que también hay estudios en los cuales se estudia la exclusión por los pisos turísticos y hoteles, y posteriormente las afectaciones más directas. Existe la convicción de que ésta es una cuestión de salud pública, en tanto y en cuanto acaba creando problemas de nervios y de salud mental a la gente; especialmente a colectivos sensibles como la gente mayor o las criaturas.
La industria turística dice que los ingresos del turismo son vitales para la ciudad.
Es cierto, la industria turística provee cada vez más de puestos de trabajo directos e indirectos a la ciudad, pero no hay que engañarse, no son puestos que llegan de la nada. La economía turística está ocupando la economía de la ciudad y esos trabajos pasan a ser de un sector que tiene algunas de las peores condiciones laborales. El salario medio en el sector del turismo es aproximadamente la mitad del salario medio en la ciudad. Está, además del desplazamiento de las viviendas de los vecinos, el hecho de que el turismo va acompañado por un monocultivo de ocio nocturno, lo cual especializa la economía y además tiene repercusiones serias en el descanso nocturno de los vecinos. Se está excluyendo a la gente.
¿Qué es el turismo sostenible?
Es un turismo compatible con una ciudad sostenible, compatible con la vida propia de la ciudad como ecosistema. Ahora mismo, la industria del turismo es extractiva. No es una convivencia justa: básicamente, está erosionando a las comunidades en los barrios de Barcelona y eso no es sostenible.
¿Cómo tendría que ser el turismo en Barcelona?
No lo sabemos porque esto ha crecido demasiado: no sabemos en qué momento se sobrepasó el límite. Lo que nosotros tenemos como propuesta firme es un camino de decrecimiento turístico. Se está imponiendo un sector que no es justo con la ciudad porque muchísimo dinero no se redistribuye nada bien y además provoca una serie de impactos que a nivel de derechos sociales es bestial. Toda economía que se implante en un lugar debería aspirar a mejorar la vida de su población. Hay una forma de enfocarlo que es muy clara: la industria turística produce unos beneficios terribles, pero eso es mentira. Es decir, en la práctica es así, pero es una mentira porque hay un montón de gastos extras que están externalizados al sector público. Empezando por la promoción: hay mucha promoción pública del sector turístico. Toda esta afluencia turística provoca una serie de gastos a nivel del nivel de seguridad, mantenimiento y rehabilitación urbana de la ciudad. Todo eso sale de nuestros impuestos y el medio de transporte utilizado en la ciudad los turistas es la red pública de transportes, subvencionaba por igual para todo el mundo. Hay una población que está pagando los impuestos y que viene a abaratar los costos que tiene la industria turística. Si tuviéramos un marco de legislación laboral razonable que exigiera que el sector turístico pagase los salarios como los tiene que pagar, no sería negocio y al día de hoy quién está detrás del sector turístico a nivel mayor son los fondos de inversión que les da igual adónde ir porque lo que buscan es la máxima rentabilidad.
¿Cómo es el plan que lograron ustedes con el Ayuntamiento de Barcelona con respecto a los pisos de alquiler (especialmente, a los de AirBnB)?
Uno de los proyectos estrella del Ayuntamiento fue lo que se llamó el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos, que pretendía estudiar la ciudad en cuanto a presencia y densidad de alojamientos turísticos; y en base a diferentes niveles de saturación, establecer normativas. Para eso hubo un proceso en el cual nosotros, como Asamblea, participamos activamente. El Ayuntamiento defendía que había zonas en las que había que permitir la existencia de nuevos pisos, que es lo que acabó pasando. El plan que se aprobó quedó lejos de lo que queríamos: nosotros pensamos que no puede haber nuevos pisos turísticos en ningún sitio de la ciudad.
¿En Barcelona hay más regulaciones para AirBnB?
La regulación del AirBnB entra en la regulación de apartamentos turísticos. Desde la moratoria de 2015 no hay nuevas licencias de pisos turísticos en muchas zonas de Barcelona y en el distrito Centro no las hay desde 2005. Eso no quiere decir que no haya más pisos turísticos: hay muchísimos más, pero son todos ilegales. La capacidad de inspectores es limitada y la capacidad sancionadora también. Si los vecinos del edificio quieren que un departamento ya no sea para AirBnB, tienen que hacer un acuerdo general un trámite para cambiar los estatutos de la comunidad. Desde el movimiento vecinal se pide que sea al revés: que por defecto no se pueda abrir un nuevo piso para AirBnB y que, si se consigue el acuerdo en el edificio, se pueda.
Pero… ¿Barcelona podría prescindir del dinero que llega con el turismo?
Las preguntas son: ¿La ciudad podría prescindir de sus habitantes? ¿Qué es más importante? ¿La actividad económica o los habitantes? ¿El beneficio o los derechos? Nuestra propuesta no es tan ingenua como para decir: “No, fuera el turismo”. Si eso ocurre de la noche al día se provocaría una crisis bestial. Lo que estamos promoviendo es una transición. Y de hecho hablamos de la necesidad de fomentar otras economías que vengan a ocupar ese mismo lugar. Hay que pensarlo en términos de reconversión industrial. No es fácil, no tenemos una respuesta mágica. Creemos que es un debate en términos de soberanía económica, de que la ciudad pueda decidir a qué quiere dedicar sus esfuerzos económicos. Pero el decrecimiento turístico va a llegar antes o después. Puede ser accidental y salvaje o puede ser consensuado y trabajado, seguro que duro, pero pensado.