El lunes 15 de marzo, hace exactamente tres semanas, el Vaticano emitió una declaración contundente: la Iglesia no permite que se bendiga a parejas homosexuales. El documento explica que no es lícito bendecir de ninguna forma a cualquier unión que se genere fuera del matrimonio, y que dentro de esta prohibición figuran las uniones entre personas del mismo sexo.
Fue redactado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, un órgano que tiene la función de custodiar la doctrina católica en la Iglesia, y tiene, según se aclara, ‘‘el asentimiento” o respaldo del papa Francisco.
El año pasado, se estrenó el documental Francesco sobre la vida del Sumo Pontífice. En este afirma que apoya la legalización de las uniones civiles de parejas del mismo sexo, e incluso dice que los homosexuales tienen ‘‘derecho a estar en una familia”. Sin embargo, el Vaticano salió a aclarar más tarde que las palabras habían sido editadas y sacadas de contexto.
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— Vatican News (@vaticannews_es) March 15, 2021
El rechazo a la posibilidad de bendecir parejas homosexuales genera indignación en muchas personas, católicas y no católicas, y tiene seguramente para el Vaticano un costo político importante para con un gran sector de la Iglesia, por estar tan destemplada con los tiempos que corren.
Después de todo, hay más de 1.300 millones de personas que fueron bautizadas en el mundo, y que pueden sentirse cercanas a la Iglesia, más allá de si deciden practicar o no la religión. Esto representa a más de un 15% de la humanidad. Y las decisiones del Vaticano tienen fuertes consecuencias simbólicas, sociales y políticas.
Para profundizar sobre este tema, hablamos con tres personas: Elisabetta Piqué, biógrafa de Bergoglio y corresponsal en el Vaticano para el diario LA NACION; Manuel De Elía, sacerdote, teólogo y profesor en la Universidad Austral; y Fortunato Mallimaci, doctor en Sociología especializado en la Sociología Histórica del Catolicismo e investigador del CONICET.
—¿Por qué se decide publicar ahora este documento?
Elisabetta Piqué: —Creo que hay una gran diferencia entre un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es esta oficina que salvaguarda la ortodoxia católica, y lo que ha hecho y dicho el papa en estos años, que son muy distintos. Si vemos lo que ha sido el cambio revolucionario en la actitud pastoral de Francisco con los gay, él ha recibido a parejas homosexuales, mismo exalumnos de él, que son pareja, y los ha tratado muy bien. Este documento está dirigido al episcopado alemán y también francés, donde ha habido curas muy progresistas que están queriendo implementar estas bendiciones a las parejas gay y se les ha querido poner los puntos.
—¿Cuánto poder tienen hoy los sectores ultraconservadores dentro de la Iglesia?
Piqué: —Podemos decir que tienen menos poder que antes. Aunque el sector ultraconservador es muy ruidoso, tiene poder a nivel comunicación porque atrás hay fuertes compañías norteamericanas que los apoyan y que no están de acuerdo con las posturas de Francisco con respecto al cambio climático y con respecto a una economía que mata, pero ya no tienen tanto poder.
—El papa Francisco tiene fama de ser progresista en lo social, pero conservador a nivel doctrinal. Lo han llamado ‘‘el más conservador de los reformistas‘‘. ¿Cómo se explica esto?
Manuel De Elía: —En la Iglesia todos los papas son continuadores del evangelio y de la historia de la Iglesia. Son renovadores para que la luz del evangelio ilumine el tiempo actual y las estructuras eclesiásticas estén al servicio de la luz del evangelio. Ese es el objetivo de su puesto, su trabajo, su servicio. Diría que hay una renovación en la continuidad, una continuidad renovadora. Explican el modo en el que este papa y los anteriores han tratado de trabajar siempre.
Piqué: — Conozco personalmente a Jorge Bergoglio desde 2001, y creo que nunca conocí a una persona tan abierta como él. Y recuerdo que en una entrevista que le hice en 2001, le pregunté si era conservador en cuanto a doctrina, me dijo ‘no me gusta que me encasillen: soy fiel a la Iglesia y abierto al diálogo‘.
—¿Cómo se hacen cambios en la doctrina católica?
De Elía: —La doctrina propia de la Iglesia no cambia sino que se desarrolla. Hay una clara fidelidad al núcleo del evangelio, que es lo que marca la identidad. Y sobre ese núcleo se va profundizando y ajustando para que en las expresiones todo se vaya ajustando a la esencia del evangelio. Un claro ejemplo de esto es la pena de muerte: la visión de la Iglesia se fue desarrollando desde una cultura en la que era una práctica habitual, luego a aceptarla solo en casos extraordinarios, hasta la reciente reforma que hizo el papa Francisco en la que ya no se acepta en ningún caso.
—¿Es posible que en un futuro cercano se hagan reformas más profundas, en temas relacionados a género y sexualidad?
Fortunato Mallimaci: —El papado sigue siendo tan patriarcal como sus antecesores. Que las mujeres tienen que decidir sobre su cuerpo ni se te ocurra. Sacan una encíclica importantísima llamada Frattelli Tutti, y sin embargo no hay Sorelli Tutti. No dicen hermano y hermana. También están muy atrasados con otros grupos que existen hoy en el cristianismo que hablan de un dios padre y un dios madre. Esa teología, esa concepción de otro tipo de iglesia está lejana. No quiere decir que no va a estar, así como hubo estas reformas, otras podrán venir en el futuro. No dependerá del papado solamente, sino de los actores sociales dentro de la Iglesia. Y no dependerá solo de los grupos religiosos sino hacia donde vaya una sociedad política, económica, culturalmente.
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