¡Hola! En general, leemos y escuchamos hablar mucho de ejemplos oscuros de nuestra sociedad. Pero, si miramos bien, podemos encontrar una comunidad maravillosa y esperanzadora.
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Una vez nos contaron un dato: en la Argentina se cometen 5.500 delitos diarios. Un número tremendo, muy negativo para cualquier sociedad. Pero también podemos decir que cada día, en un país de 44 millones de personas, esto significa que 43.994.500 no delinquen. Decenas, cientos, miles y hasta millones de personas, todos los días, hacen lo que honestamente les corresponde hacer. Estudian, trabajan, viajan, edifican, hacen arte, construyen una sociedad.
A la vez, en los días que vienen, se habrán vacunado entre 500.000 y 1.000.000 de personas. Muchos esperan esto con gran ansiedad porque tienen alguna patología o discapacidad, o temor por un tipo de trabajo que los expone al contagio.
En un contexto en el que millones esperan vacunarse con urgencia, cuyas necesidades merecen ser contempladas, la mayoría espera, no se adelanta, no habla con nadie para anticiparse. No se acomoda. Claro, lo decimos porque nos enteramos de que 10, 50, 100 personas se anticiparon al turno, vaya a saber por qué razones, generando un enorme y profundo impacto en el cuerpo social. Es durísimo que alguien se vacune antes de lo que le corresponde. Pero, mientras que son decenas o centenares quienes participaron de este escándalo moral y ético, millones y millones de argentinos y argentinas esperan respetuosamente su momento. Tienen muchas razones para apurar el proceso, pero esperan.
Igual que ese mensaje de cuánta delincuencia hay, también es cierto que el mal, la oscuridad, gana lugar en los medios. Pero si miramos más profundamente, la mayoría de nosotros elegimos el bien, ser éticos e ir de la mano de la moral en la vida: en el trabajo, el estudio y o en un proceso de vacunación. La minoría no debería hacernos perder la alegría de saber que nuestro pueblo, nuestra gente, es muy respetuosa y muy generosa.
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En los últimos meses, la pandemia dejó en evidencia la necesidad de trabajar como comunidad global para salir adelante. Personal de salud, docentes, comerciantes, dirigentes. Numerosos trabajadores esenciales han hecho su parte. Y en este contexto, es fundamental también el aporte de grandes empresas.
Por eso es muy valiosa una noticia anunciada por la ONU la última semana: UNICEF firmó un convenio con 16 de las aerolíneas más importantes del mundo. Estas grandes compañías, que unen entre todas unas 100 naciones, se comprometieron a colaborar en la distribución de vacunas contra el COVID-19 del programa COVAX, la iniciativa mundial que busca garantizar una distribución equitativa de las dosis entre todos los países.
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Cuatro preguntas a Juan Zemborain, creador de la asociación civil Empujando Límites [Por David Flier]. Juan es papá de Santiago, que tiene 17 años y autismo. Gracias al tándem, ambos compartieron miles de kilómetros sobre ruedas, incluido un cruce de Los Andes. La historia de ambos se hizo popular por redes sociales. Ahora, con la recientemente creada asociación civil, Juan busca promover el uso del tándem como herramienta de inclusión social y familiar, y que pueda haber un tándem en cada comunidad. “Quiero poblar el mundo de tándems, para eso hago tanto ruido”, dice.
—En Argentina es difícil conseguir tándems (los que hay son de hierro, muy pesados, y se importan pocos de aluminio). ¿Por qué trabajás para difundir su uso?
— Las familias no saben que tienen la herramienta del tándem como instrumento. La idea es que puedan hacer sus terapias en el tándem, en la sociedad: ir a la plaza, a comprar algo. Además, el tándem es un ovni: todo el mundo se da vuelta. Y que llame la atención está bueno, porque genera reacciones buenas, sonrisas, y la persona con discapacidad que va pedaleando lo siente. Ahí empieza el ida y vuelta con la sociedad.
—¿Por qué ponés el énfasis en las familias de las personas con discapacidad?
—Las personas más golpeadas con la discapacidad son las familias, las que se cierran ante un diagnóstico que no esperaban. Muchos ni salen a la calle. Las personas con discapacidad suelen ir del colegio a las terapias y de las terapias a la casa y no salen de ahí. La invitación es salir a vivir la vida. A la calle, integrarlos con la sociedad. Santi llama mucho la atención. No ver chicos como Santi en la calle siempre me pareció rarísimo. Muchas ONG hacen trabajos increíbles, pero no todas se ocupan de la calidad de vida. Esto es calidad de vida. Yo apunto sobre todo a trabajar con las familias. La discapacidad es lo que está bien, lo normal, lo natural, el desafío es que podamos mejorar su vida mejorando su entorno, y el entorno cercano es la familia. No hay inclusión social si primero no hay inclusión familiar.
—En parte pareciera que tenemos una idea reducida de inclusión…
—En una carrera me encontré con un joven de 25 años con síndrome de Down. Cuando le pregunté por qué no corría, me dijo que lo había hecho el día anterior: había corrido con los niños de ocho años. Pero la verdadera inclusión es que corra con sus pares.
—¿Cuál es la lección más importante que aprendiste de tu experiencia con Santiago?
—Aprendí que lo importante está en el camino y no en llegar. A él le importa el ahora, no lo de más adelante. Cuando llega a algún lugar, él quiere seguir andando. Con él me di cuenta de que no podía estar toda mi vida esperando a que sucedieran cosas. Cuando tenés el diagnóstico de autismo, la infancia es durísima. La ves negra. Lo único que esperás es que tu hijo hable, camine, que haga cosas. Y así se pasa la vida. Después fui descubriendo esto. Por eso busco compartir nuestra experiencia.
Conocé más sobre Empujando Límites y ayudalos con tu voto para la próxima aventura de Juan y Santi.
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Otra de las noticias de los últimos días que hablan de comunidad, de solidaridad que trasciende fronteras, viene de Mar del Plata. En la ciudad balnearia, este febrero se presentó una nueva cerveza. ¿Qué tiene de especial? Se elabora, en partes iguales, con malta argentina y británica, se llama Nomeolvides (pero se la conoce como “la malvinera”), y lo que se recauda de su venta se destina a la fundación No me Olvides.
No Me Olvides es la fundación de Juan Aro, nominado al Premio Nobel de la Paz, la cual logró identificar la tumba de 115 de los soldados argentinos que fallecieron en la guerra de Malvinas.
Las cosas cotidianas, como un vaso de cerveza, pueden estar cargadas de significado. Y pueden convertirse en una manera creativa de ayudar.
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Para cerrar esta edición, una idea creativa más que ayuda al planeta. Se trata de una alternativa al carbón convencional, pero mucho más sustentable: en Corrientes crearon una versión hecha a base de cáscara de arroz, un cultivo superextendido en la provincia. Se llama Bras Up.
Así se busca poner fin a la tala de árboles y reutilizar desechos orgánicos sin uso. Podés escuchar esta entrevista a su fundador. Y también quedarte con esta idea muy valiosa: hay muchas alternativas para hacer las cosas mejor. Ideas e iniciativas es lo que se necesita.
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Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un abrazo.
Juan.