—¿En qué consiste el proyecto Digo SÍ, de residencias universitarias?
—El proyecto consiste en abrir residencias, en distintas ciudades del país, destinadas a que los jóvenes de las zonas rurales del interior de Argentina puedan continuar sus estudios. Son gratuitas y allí tienen cubierto el hospedaje, la comida, los pasajes y todo el material de estudio.
—Gracias a las donaciones no solo el proyecto se sostiene sino que crece. ¿Tiene un significado especial que ocurra en una pandemia que evidenció las disparidades en el acceso a la educación y a la vez en un contexto de crisis económica?
—Claro que sí. En este contexto tener la posibilidad de abrir 4 nuevas residencias es una alegría enorme. Cuando comenzó la pandemia nos pusimos como objetivo lograr sostener las 13 casas que ya tenemos funcionando, y llegar a diciembre habiéndolo logrado y pudiendo abrir 4 más nos llena de agradecimiento hacia la comunidad que nos sigue acompañando y se sigue comprometiendo. En un mes ya serán 17 las residencias de Fundación Sí y 530 estudiantes viviendo en ellas.
—¿Por qué es importante este proyecto incluso en tiempos de emergencia sanitaria? ¿Qué impacto social y personal genera que los chicos puedan ir a las residencias?
—Esta oportunidad implica la posibilidad de reescribir la historia, de salir adelante, de adquirir herramientas y quebrar el círculo de la pobreza para siempre. Por primera vez estos jóvenes tienen la posibilidad de elegir, algo completamente impensado para ellos. Cada uno puede investigar y elegir la carrera universitaria o terciaria que quiera, en base a lo que les gusta, a su vocación. Pero esta oportunidad no solo impacta en ellos y en sus familias sino también en sus comunidades, ya que en muchos casos son los primeros profesionales de sus comunidades. A su vez son referentes para los jóvenes que están en el secundario, transformándose en claras señales de esperanza y generando así un contagio positivo. “Si él pudo, yo también puedo”.
—¿Qué aprendieron del proyecto y de los estudiantes en estos ocho años?
—Uff, de todo. Todos hemos aprendido con este proyecto. Cuando comenzamos creíamos que con las casas el problema de la distancia estaba resuelto. Luego nos encontramos con que el nivel académico era tan malo que aun teniendo las casas la posibilidad de avanzar en la universidad era muy compleja y tuvimos que sumar apoyo académico y tutores. Ahí el proyecto comenzó a mejorar; y luego tuvimos que sumar la pata emocional, para que no sufrieran la distancia, el alejamiento de la familia, y que la historia que cada uno traía no afectara su vida académica, y sumamos los voluntarios acompañantes y el equipo de psicólogos.
Acá podés colaborar con el proyecto Digo SÍ.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Oxígeno, la newsletter que edita Juan Carr. Podés suscribirte en este link.