Nicolás y una vuelta al tenis llena de enseñanzas- RED/ACCIÓN

Nicolás y una vuelta al tenis llena de enseñanzas

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA
Nicolás y una vuelta al tenis llena de enseñanzas

Intervención: Denise Belluzzo.

Intervención: Denise Belluzzo.

El tenis siempre fue su pasión. Todavía recuerda cuando tenía diez años y una tía suya lo acercó por primera vez al deporte de la raqueta. Pero Nicolás no pudo jugar mucho tiempo al nivel de sus pares, y menos soñar con participar en un torneo: Nicolás Vargas, que ya cumplió 40 años, tiene baja visión. También tiene un trastorno general del desarrollo (TGD) y le cuesta la coordinación. Y, por todo eso, se alejó de los courts

Tuvieron que pasar casi tres décadas para que él pudiera reencontrarse con su deporte favorito. “Pasé por varios, como atletismo y taekwondo. Fue todo un recorrido hasta llegar a lo que más me gusta”, cuenta. En 2018, gracias a una nota en televisión, se enteró de la existencia del tenis para personas con discapacidad visual.

Pocos días más tarde, en Caballito, Nicolás se acercó a una de las seis escuelas gratuitas que Tenis para Ciegos tiene en el país, en las que 120 personas con discapacidad visual (tanto ciegas como con disminución visual) hacen más que pegarle a la pelota: aprenden, se exigen, se superan. Se dan cuenta de que son capaces.

Para Eduardo Raffetto, quien trajo esta variante del tenis a la Argentina hace nueve años, “acá no se inventó nada. En la cancha son reglas similares y es uno contra uno. El entrenador no puede ayudar al jugador durante el partido”. La cancha, entonces, se vuelve un espacio de crecimiento, todo un desafío.

El tenis para personas con discapacidad visual tiene unas pocas reglas diferentes a las de su par convencional: las medidas de la cancha son más pequeñas, y se permiten tres o dos piques según se trate de personas ciegas o con disminución visual, por ejemplo. Además, estas últimas juegan con una pelota negra, que ayuda a visualizarla mejor. En ambos casos, las pelotas son de goma espuma y tienen un sonido más marcado.

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En la escuela de Tenis para Ciegos de CABA, en Caballito, donde va dos veces por semana (tras el alto por la cuarentena las clases están retomando en forma muy lenta), Nicolás ganó mucho más que un pasatiempo.

En primer lugar, mejoró su autoestima: se dio cuenta de que podía jugar bien y hasta participar en un torneo nacional, en Bariloche, en 2019. Un debut decoroso en el cual, a pesar de perder sus dos encuentros ante un rival de La Pampa, plantó una dura batalla en la cancha. 

“Tiene un muy buen drive, le pega unos balinazos que a los otros les cuesta agarrar”, analiza Raffetto. Y dice que ahora tiene un foco, un objetivo. Que, aunque antes no soñaba con jugar un torneo, ahora va a entrenarse y piensa en cómo mejorar para, cuando pueda volver a disputar uno, pueda tomarse revancha. “Se lo ve motivado por algo que lo apasiona”, dice Raffetto.

Eduardo Raffetto enseña tenis para personas con discapacidad visual a Guillermo Vilas.

Para esto, Nicolás cuenta que también aprende de sus rivales. Y aunque aclara que lo que más le importa es divertirse, sueña con crecer en su deporte: “Mi anhelo es representar a la Argentina en torneos internacionales”.

Este anhelo, incluso, motiva a Nicolás, quien está desempleado, a volver a insertarse en el mercado laboral: quiere generar ingresos para viajar y participar en competencias. 

Por otra parte, Nicolás admite que formar parte de ese grupo lo “ayudó a nivel social”. Entablar vínculos profundos, sentirse cómodo, no era algo tan fácil para Nicolás, quien, a raíz del TGD, por ejemplo, comenzó a hablar a los cuatro años.

“Hice muchos amigos. Somos un equipo muy unido, nos ayudamos entre todos. Ellos me abrieron la puerta y trato de dar una mano en lo que puedo”, destaca.

Precisamente, el poder ayudar a otros es, quizás, lo más lindo que le dio el tenis. 

Las clases en la escuela se dividen entre aquellas para personas ciegas y las que son para personas con visión disminuida. Tras terminar la suya, un día, Nicolás se ofreció para dar una mano a Eduardo, buscando y trayendo pelotas o accesorios. 

“Un día, me planteó que quería ser voluntario para la organización. Le dije que eso implicaba el compromiso de venir regularmente y cumplir horarios”, cuenta su entrenador. Pronto, Nicolás también comenzó a ayudar a tenistas ciegos a mejorar su técnica.

Para Nicolás era algo impensado colaborar de esa manera. Y ahora, gracias al tenis, abrazó su nueva tarea y se volvió alguien más independiente, un salto que suele costarle a muchas personas con discapacidad. “Le cambió la forma de ser”, resume Raffetto.

Raffetto admira ese espíritu solidario y esas ganas de superarse que notó en Nicolás, a quien considera “un ejemplo”. El entrenador aprendió no solo de él, sino también de otros tenistas con discapacidad visual: “Empecé a sentir y entender cómo piensan y sienten las personas con discapacidad. Y aprendí que tienen mucha capacidad para superarse y que son iguales a nosotros. La diferencia es que nosotros tenemos miedo sobre su mundo, pero ellos se animan a vivir en el nuestro”.

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