La dirección de programas sociales de AMIA brinda asistencia y desarrolla proyectos en cinco áreas: Servicio social, Adultos mayores, Discapacidad, Voluntariado e Infancia. Fanny Kohon es quien está al frente.
—¿Cómo afectó la pandemia el trabajo que hacían?
—Hasta marzo atendíamos en forma presencial a una población de alrededor de 3.000 personas en situación de pobreza y vulnerabilidad, a quienes brindábamos prestaciones económicas destinadas a alimentos, salud, educación y vivienda. Esa misma población vio una merma muy importante en sus ingresos y en el primer mes se triplicó la cantidad de personas que tuvimos que ayudar, porque se sumó un grupo perteneciente a sectores medios de familias con padres y madres de entre 35 y 55 años dedicados principalmente al turismo, la gastronomía y otras actividades del sector informal que se encontraban sin ingresos. Tuvimos que ayudar a la distancia, con atención virtual y transfiriendo ingresos económicos. En cuanto a las personas mayores, por ejemplo, también debimos adaptarnos: empleando voluntarios para que los llamaran, haciendo talleres virtuales y capacitando a esta población en el mundo digital. Y también entregando viandas para los adultos mayores que concurrían presencialmente a nuestro centro y comían allí antes de la pandemia.
—¿Qué herramientas fueron clave para ustedes en este contexto?
—Fue muy importante trabajar en forma coordinada con otras organizaciones de la sociedad civil, en nuestro caso, especialmente con otras organizaciones judías del país. Pero también con el Estado: siempre remarcamos que más allá de la ayuda que damos, nuestra principal tarea es orientar a las personas para que accedan a las prestaciones que les ofrece el Estado, que vela por sus derechos. Y también fue muy importante la gran cantidad de personas que se acercaron como voluntarios para ayudar en este tiempo.
—A propósito, ¿cómo viste la respuesta solidaria en este tiempo?
—A pesar del padecimiento de la situación de cada uno, se han abierto las voluntades para acompañar. Nuestros voluntarios pasaron de alrededor de 100 a unos 200, además de algunos que se suman para eventos puntuales, ofreciendo su tiempo o donaciones.
—¿Cuáles son los principales desafíos que ves para la pospandemia?
—Una de las enseñanzas que nos deja la pandemia es la necesidad de proveer de mayores dispositivos y mayor conectividad. Sobre todo en la población adulta mayor, a la que es importante acompañar. Y principalmente, teniendo en cuenta la situación social, el desafío va a ser seguir generando acciones que promuevan más equidad e inclusión.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Oxígeno, la newsletter que edita Juan Carr. Podés suscribirte en este link.
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