Marcos tiene ojos negros, profundos. Las cicatrices en su cara, su piel rugosa, sus manos ásperas, son indicio de una vida que no fue fácil. Pero hoy, sentado en un café en la terminal de ómnibus de Retiro, su mirada, generalmente perdida y pensativa, también sugiere otra cosa: alegría.
Luego de años viviendo en situación de calle, Marcos está por subirse a un colectivo a Paso de los Libres, Corrientes, donde se reencontrará con su familia por primera vez en 20 años.
“Hace dos días fui a la iglesia a pedirle a Dios que me juntara con mi familia. Dios me escuchó”, repite una y otra vez con ojos húmedos.
A mediados de junio, Oscar Ulchak estaba andando en bicicleta por Tigre cuando vió a Marcos en una vereda y se le acercó a hablar. Al escuchar que buscaba a su familia, Oscar publicó su foto e historia en Facebook. Fue así como la foto le llegó a la prima de Oscar, que vive en Paso de los Libres, y eventualmente a la hermana de Marcos, María.
“No lo podía creer. Nosotros pensábamos que Marcos estaba muerto. Pero cuando ví la foto, lo reconocí inmediatamente. Era él, era mi hermano”, cuenta María, quién había visto a Marcos por última vez cuando ella tenía 9 años y él más de 30.
Al enterarse de que habían encontrado a la familia, Oscar volvió a Tigre a darle la buena noticia a Marcos. Pero él ya no estaba allí.
“Ahí se empezó a difundir la foto de Marcos por redes sociales, junto con el apoyo de la dirección de derechos humanos del municipio de Paso de los Libres”, cuenta Tomás Chaufan, voluntario de la Red Solidaria.
La foto circuló como circulan día a día las fotos e historias de las casi 600 personas desaparecidas en el país: por WhatsApp, Facebook e Instagram, de boca en boca, entre amigos, familiares y conocidos.
Y fue así como este martes, manejando por Vicente López, Chaufan reconoció en la vereda de la calle a una cara conocida. “Lo reconocí inmediatamente por sus rulos, su piel oscura. Me acerqué y le pregunté: ¿sos Marcos? Me contestó que sí”.
Nadie sabe qué fue lo que le pasó a Marcos en las últimas dos décadas. Habla poco, responde apenas. Sabemos de su tiempo en la calle y de un accidente que no menciona... Su derrotero también incluiría una estancia en Brasil y hasta un posible tiempo en prisión.
Pero lo que sí se sabe con certeza es que a pesar de haber pasado por varios hogares y hablado con personas sobre su búsqueda, en estas dos décadas Marcos no pudo encontrar a su familia porque no estaba registrado oficialmente como una persona perdida.
“Nos habían dicho que había muerto, por eso nunca hicimos una denuncia”, cuenta María.
Lo fundamental cuando se pierde una persona es hacer la denuncia al instante, sin esperar que pasen 24 o 48 horas. Así, si la persona se acerca a una comisaría, u otra institución del estado, se le puede notificar a la familia que lo está buscando.
También existen otros pasos que pueden ayudar a la búsqueda, como ir a la fiscalía o juzgado interviniente, difundir la búsqueda entre familiares y amigos, y llamar a la Red Solidaria o Missing Children.
“Una vez hecha la denuncia, lo importante es que la gente esté atenta, que abra los ojos, que mire al resto. Porque tal vez hayan visto la foto de la persona perdida”, dice Chaufan.
Qué hacer si tenés información de una persona que está perdida
El martes 24 de julio de 2018 fue la última vez que Marcos se despertó en la calle. Dormía en una vereda de Vicente López, sobre un cartón, cubierto por algunas frazadas que había conseguido. Esa noche lo llevaron al hogar Cura Brochero. Pasó más de una hora abajo de la ducha. Durmió en un colchón, bajo techo.
Al día siguiente ya no se despertaría solo: su hermana María había viajado desde Corrientes a Buenos Aires a buscarlo. Juntos abordarían un colectivo larga distancia para reencontrarse con el resto de su familia.
El miércoles 25 después de las 11 de la noche y tras 9 horas de viaje, el colectivo Flechabus en el que iba Marcos llegó a Paso de los Libres. Allí lo esperaban su padre, su hermano, y sus primos.
“Hace dos días fui a la iglesia a pedirle a Dios que me juntara con mi familia. Dios me escuchó”, dice Marcos una y otra vez, como si no lo pudiera creer. “Dios me escuchó”.
Bajó del colectivo caminando despacio. Su hermana María indicó el camino hacia su casa. Pocos minutos después -veinte años después- Marcos volvió a abrazar a su padre.
Sucedió exactamente así: