El desafío de contar una historia que no es propia para una aplaudida directora en su ópera prima fue lo que afrontó Ana García Blaya en "La uruguaya", cinta que se estrena este miércoles en 52 salas del país y que, en tono de thriller con humor negro, cuenta la "aventura negativa" durante un día de un escritor cuarentón y en crisis en Montevideo, con una joven que le devuelve el ánimo de vivir.
"Es una película sobre el amor y las relaciones. Es lo que a mí más me conmueve. No hay un malo, sino que es la vida la que opera sobre las relaciones. Casi que no me interesa la calentura de dos personas, sino los restos de amor que quedan entre todos", le explicó la directora a Télam sobre la historia basada en la novela homónima de Pedro Mairal.
La película, además, cuenta con una singular forma de financiamiento: recibió el aporte de 1.961 "socios", reclutados a través de la web por la comunidad Orsai; la forma 2.0 de pasar la gorra de Hernán Casciari, pero en vez de hacerlo con la obra finalizada, se lo hizo para poder llevarla a cabo.
Fue un aporte "a ciegas", pero con la garantía que daba la realizadora y su muy bien recibida primera película Las buenas intenciones.
"Es una historia ajena, de un director varón con un protagonista varón. Dudé al comienzo agarrar una película por encargo, no me sentía directora. Pero mis compañeras y mi compañero me dijeron que ocupe ese espacio. Ahí me animé y pude compartir el proceso con Mairal. Era raro porque manejaba fondos privados, pero con la libertad que te da el Incaa sobre el contenido. Salí a filmar cuando el guión estuvo listo. Fue tan increíble, que esperaba la trampa al final (risas)", explicó Blaya.
"En mi primera película -comparó la directora- no tenía expectativas, solo la de terminarla. Con eso, estaba contenta. Sentía que la había hecho para mi familia, mis amigos y dos amigos de mi padre. Con esta, me pregunté: '¿A ver qué hago con esta historia que a tanta gente le gustó y ya tenía todo en la cabeza?'. Sentí presión, pero tenía todas esas personas que acompañaban y con una red de contactos que facilitaba un montón de cosas, desde locaciones hasta teléfonos. Sí siento la presión en el estreno, que con 'Las buenas...' no tuve".
Y García Blaya superó la prueba con creces al apropiarse de la historia de Lucas Pereyra (Sebastián Arzeno) y la joven Magalí Guerra (Fiorella Bottaioli) , quien lo encandila en una noche de playa, un verano, para luego encontrarse en Montevideo para pasar todo el día deambulando y conociéndose. Como si fuera un película de los hermanos Cohen, es la sucesión de malas decisiones las que llevan a este espiral de desventuras en la capital uruguaya. Y, pensando en los directores de "Fargo", García Blaya también hace uso del humor negro para descontracturar a un impecable Lucas Pereyra.
"Costó un montón el tono, lo encontré en la isla de edición. Yo siempre digo que ese es mi lugar, es donde corrijo todas mis cagadas (risas), donde meto imágenes hasta de YouTube, si colaboran con la narración. En un momento, editando, él era mucho más paranoico... era muy difícil el montaje por todas las emociones por las que pasaba... no es que la tengo re-clara desde el principio... de hecho, hubo una escena en la que pedí una cosa y me di cuenta, tarde, que era otra... y bueno, tuve que echar mano a escenas que estaban fuera de cámara", explicó la directora.
García Blaya, que no estudió cine, reconoce que no es cinéfila, pero está muy atenta y dispuesta a aprender de sus colegas. Y menciona muy a consciencia a Amparo Aguilar, Cecilia del Valle y Celina Murga. "Y a Paula Hernández, obvio", destacó. "Ahora estoy aprendiendo y viendo un montó de cine -agregó-. Todo lo miro desde otro lugar, sobre todo cómo trabajan otras directoras mujeres".
El aporte de los 1.961 "socios" les dio el derecho de poder participar de algunas decisiones creativas de la película. Así, visionaron castings y hasta votaron por el elenco. García Blaya, que desde un comienzo quería a Arzeno y a Bottioli (hija de dos internautas que aportaron), tuvo que apelar a su poder de convencimiento para orientar las votaciones.
"Cuando leí el libro pensé en Seba para el papel de Lucas Pereyra. Cada vez que podía, lo deslizaba, porque el casting se iba a votar. Yo sabía que él quería hacer el papel y le pedí que haga el casting con las 700 personas. Al final, armé nueve parejas posibles y tenía que ser votado por el 51 por ciento de la comunidad. Percibí resistencias por su personaje en 'Las buenas Intenciones', porque era bien diferente, pero también para mí era importante porque iba a trabajar con esta actriz más joven con escenas un poco jugadas", contó García Blaya.
"Era raro porque manejaba fondos privados, pero con la libertad que te da el Incaa sobre el contenido. Salí a filmar cuando el guión estuvo listo. Fue tan increíble, que esperaba la trampa al final"
- Agregaste el relato en off de la esposa de Pereyra (Stuart) para que lleve adelante el relato, eso no estaba en el libro.
- ¡No! No estaba en el guion original. La voz era masculina, la de Lucas Pereyra, pero en la isla de edición no me gustó. Lo noté, me apropié de la historia y en un momento me di cuenta que ya había contado la historia de un inmaduro en mi otra película. Hay una especie de constelación familiar porque son los mismos actores, Sebastián y Jazmín, que están en mi primera película. Así, le di una vuelta al relato, es una respuesta cinematográfica a una obra literaria.
- Sin embargo, el protagonista es hombre. ¿Cómo fue mirar desde su punto de vista, siendo que la historia original no es tuya?
- Lucas es un poco mi papá (risas). Y yo fui Catalina (Stuart) y Guerra y cualquiera de las mujeres que aparecen. La uruguaya es cada una de las mujeres que se cruza Lucas Pereyra en todo el camino y que se burlan de él, porque es un papanatas (risas).
- Filmaste en pandemia y luego, en medio de la edición. ¿Cómo viviste ese rodaje?
- A mi me gusta robar imágenes mientras filmo, no solo quedarme con lo que hay en el set, pero si robaba imágenes de cualquier lado, se veían barbijos, así que mucho no pude filmar de más. Y en la isla de edición me di cuenta que me faltaban algunas tomas y tuve que salir a filmar Montevideo. Recurrí a filmaciones de gente... para mí, vale todo. Y Jazmín siempre estuvo al servicio de la película. Era ideal para el off. Vino varias veces a grabar las voces y tuvimos que ir cambiándole mucho el tono. Lo llevamos del enojo a la superación con amor. La molestamos un montón... hasta tuvo que volver a filmar en mi casa. Es mi Uma Thurman (risas).
- Y pese a todo lo que le pasa a Lucas Pereyra, nunca pierde el humor. Ni él ni el resto de los personajes.
- Es un poco una tragedia, una aventura negativa. Eso me divertía y le daba al tono. El humor, para mí es re-importante. Hasta en las tragedias siempre me muevo en el humor. Me parece que contar lo peor también puede tenerlo.