Aunque la pandemia de COVID‑19 comenzó hace menos de seis meses, ya hemos aprendido mucho sobre la enfermedad. Científicos de todo el mundo están buscando métodos mejorados para agilizar lo más posible la detección del nuevo coronavirus. Y además de esas líneas de investigación, ya hay ocho vacunas potenciales en fase de evaluación clínica, y más de cien candidatas en etapas preclínicas.
Todo esto representa un progreso extraordinario que debemos celebrar. Pero todavía no es seguro que estos avances estén al alcance de todos. Desarrollar métodos de detección, tratamientos y vacunas para el coronavirus es sólo la mitad de la batalla. La otra mitad (tal vez la más difícil) es fabricar, distribuir y administrar estas herramientas salvadoras en cantidad suficiente para que beneficien a cada persona del mundo.
Cuando la pandemia apenas había comenzado, Costa Rica y la Organización Mundial de la Salud comenzaron a analizar la creación de un centro de acopio de datos, conocimiento y propiedad intelectual en relación con métodos de diagnóstico, medicamentos, vacunas y cualquier otra herramienta que pueda servir contra la COVID‑19. El 29 de mayo, esta idea visionaria se convirtió en realidad con el lanzamiento de una plataforma unificada para el acceso a tecnologías aplicables a la COVID‑19, con la que se busca asegurar el acceso universal a los avances.
Bien administrada, la investigación internacional a puertas abiertas produce resultados mucho antes que cualquier esfuerzo individual. Sobre la base de este principio, el ensayo clínico «Solidaridad» de la OMS para la búsqueda de un tratamiento contra la COVID‑19 ya reúne datos aleatorizados procedentes de 17 países, a los que se suman más de 100 que se han unido al proyecto o han manifestado interés en hacerlo. La OMS también está dando apoyo a 60 países en cuestiones relacionadas (por ejemplo lo referido a la regulación, la ética y el aprovisionamiento de fármacos en ensayo), porque sabemos que cuantos más países participen, más rápido se obtendrán resultados.
Las ventajas de un modelo de trabajo abierto basado en el uso compartido de información no son sólo científicas. También ayuda a maximizar la cantidad de empresas implicadas en la producción de tecnologías con alta demanda, lo que permitirá aumentar la disponibilidad mundial, reducir los costos y facilitar el acceso universal. El acceso equitativo es un ingrediente clave del antídoto para la COVID‑19. Por más efectivos que sean, ni vacunas ni tratamientos lograrán poner fin a la pandemia si no están al alcance de todos. Mientras haya una persona desprotegida, el mundo seguirá en riesgo.
Aplaudimos la promesa del Reino Unido de poner a disposición de los países en desarrollo al menor costo posible las vacunas que surjan de las investigaciones de la Universidad de Oxford y del Imperial College de Londres, que recibirán financiación pública por 84 millones de libras (103 millones de dólares). También coincidimos con el presidente francés Emmanuel Macron, que ha formulado una elocuente defensa de la necesidad de poner los tratamientos o vacunas contra la COVID‑19 que se produzcan en el Norte Global a disposición inmediata del Sur Global, priorizando un modo de acceso sincronizado antes que secuencial.
Es necesario que una vez hallada una vacuna para la COVID‑19 se la considere un bien público mundial. Para ello, los autores pedimos a todos los gobiernos garantizar que los resultados de investigaciones sobre la COVID‑19 realizadas con financiación pública estén al alcance de todas las personas del mundo en forma económicamente accesible.
También invitamos a la industria farmacéutica y a las instituciones de investigación pertinentes a que compartan conocimiento, datos y descubrimientos viables a través de la nueva plataforma unificada, para que una multiplicidad de empresas de todos los tamaños pueda unirse al esfuerzo colectivo mundial.
La participación de más empresas ampliará el fondo común de conocimientos y diversificará su modo de aplicación; esto aumentará las chances de desarrollar soluciones eficaces y ponerlas al alcance de más personas, en más lugares y en menos tiempo.
Superar la COVID‑19 demandará un nivel nunca antes visto de innovación tecnológica y colaboración internacional. Felizmente, muchos países ya se están uniendo para hacer realidad una idea compartida de provisión universal de atención médica.
Por ejemplo, la Asamblea General de las Naciones Unidas y la Asamblea Mundial de la Salud han aprobado resoluciones a favor del acceso universal, oportuno y equitativo a tecnologías sanitarias. Importantes entidades del sector privado y del ámbito de la beneficencia relacionadas con la cuestión sanitaria han acudido al llamado de once jefes de Estado para apoyar el lanzamiento del Acelerador de acceso a herramientas contra la COVID‑19 (ACT) de la OMS, que también pone el acento en la accesibilidad.
Y donantes de todo el mundo preparan sus compromisos para la inminente Cumbre Mundial sobre Vacunas que se celebrará el 4 de junio.
Con el lanzamiento de la plataforma unificada para el acceso a tecnologías contra la COVID‑19, esperamos complementar un trabajo desarrollado a lo largo de años por el Medicines Patent Pool para negociar con la industria farmacéutica el licenciamiento voluntario de patentes, esfuerzo que facilitó la distribución internacional de medicamentos para el VIH, la tuberculosis y la hepatitis C.
Pero para enfrentar la crisis actual se necesita todavía más solidaridad mundial. Todos los agentes de innovación farmacéutica y tecnológica deben colaborar para que sus descubrimientos se transformen en faros de esperanza para todos, no sólo para los individuos y países más ricos. El combate a la COVID‑19 demanda un arsenal global, y toda herramienta que resulte eficaz debe estar incluida en él.
Carlos Alvarado Quesada es el presidente de Costa Rica. Tedros Adhanom Ghebreyesus es el director general de la Organización Mundial de la Salud.
© Project Syndicate 1995–2021.