No hay ninguna garantía de que las conversaciones entre Donald Trump y el líder norcoreano tendrán éxito. Pero lo que sí está claro es que las negociaciones requieren de decisiones políticas audaces y prudencia realista.
SEÚL – ¿Tomó el gobernante norcoreano Kim Jong-un la decisión estratégica de entregar en negociaciones su programa nuclear, o sólo está embarcado en otra ronda de diplomacia del engaño, fingiendo una desnuclearización a cambio de beneficios materiales para su empobrecido país?
Puede que sea la pregunta clave antes de la reunión cumbre del 12 de junio entre Kim y el presidente estadounidense Donald Trump en Singapur. Hasta entonces nadie sabrá la respuesta, tal vez ni siquiera el mismo Kim.
El argumento de los optimistas
Los optimistas se inclinan por creer que la intención de desnuclearización declarada por Kim es sincera. Destacan que en Corea del Norte hubo un cambio fundamental desde que en 2011 Kim sucedió a su padre, Kim Jong-il. Hoy la economía es más abierta (el comercio internacional ya representa casi la mitad del PIB), como resultado de un proceso gradual de mercadización iniciado a mediados de los noventa. Pero la apertura trae consigo vulnerabilidad; de allí los activos esfuerzos diplomáticos de Kim para evitar un grave daño económico como consecuencia del régimen de sanciones internacionales vigente.
A diferencia de su padre, el joven Kim (de 34 años de edad) ha promovido activamente un crecimiento económico promercado, y es posible que esté tratando de imitar a Deng Xiaoping, el arquitecto de las reformas de China de fines de los setenta. La remoción reciente de tres altos oficiales militares de la vieja guardia puede ser señal de que Kim está dispuesto a ofrecer algunas concesiones importantes para generar un entorno diplomático favorable que permita concentrarse en el desarrollo económico. La pregunta clave sigue siendo si Trump está listo para involucrarse con la Corea del Norte de Kim como el presidente Richard Nixon con la China de Deng.
La tesis de los pesimistas
Pero los pesimistas advierten que no hay que tomar en serio las ofertas de desnuclearización de Kim. Sostienen que hasta ahora no hay pruebas de que en lo referido a cumplir acuerdos internacionales, Kim sea distinto a su padre (y a su abuelo, Kim Il-sung), y mantienen dudas, por ejemplo, respecto de que Corea del Norte vaya a cooperar plenamente en tres cuestiones importantes.
En primer lugar, pese a la declaración de Kim, todavía no está claro que haya aceptado un “desmantelamiento completo, verificable e irreversible” (DCVI) del programa de armas nucleares norcoreano. Su compromiso sigue siendo una mera expresión de intenciones, carente de sustancia o contenido operativo. En segundo lugar, en vista del historial negativo de Corea del Norte, los pesimistas no creen probable que Kim permita una inspección en profundidad de sus instalaciones nucleares (elemento crucial del DCVI). Finalmente, Corea del Norte todavía no aclaró las condiciones para la desnuclearización. Su postura oficial histórica (pedir la retirada de las tropas estadounidenses de Corea del Sur y el fin de la alianza bilateral) no tiene la menor posibilidad de prosperar.
Pero puede haber un camino hacia la desnuclearización que satisfaga a optimistas y pesimistas. Para hallarlo hay que reflexionar y analizar la razón más fundamental de los fracasos diplomáticos de las últimas tres décadas: el alto nivel de desconfianza mutua, que llevó a un país pequeño y débil como Corea del Norte, rodeado de grandes potencias, a volverse paranoide en relación con su seguridad. Para resolver este problema de raíz, Estados Unidos debería haber buscado una solución política, en vez de insistir en un acuerdo centrado solamente en la seguridad militar.
Por ejemplo, el gobierno del presidente George Bush (padre) no aceptó la oferta norcoreana de establecer relaciones diplomáticas en 1991‑92, cuando la caída de la Unión Soviética acentuó la sensación de inseguridad de Kim Il-sung. En cuanto al acuerdo marco suscrito en Ginebra en 1994, Corea del Norte siempre se quejó de que Estados Unidos no cumplió la promesa de mejorar las relaciones políticas. El gobierno de Clinton buscó una solución política en 2000, pero el intento fue insuficiente y tardío.
Falta de acuerdo en primera cumbre no será señal de fracaso
Es posible que la primera cumbre entre Trump y Kim no resuelva de una sola vez las tres grandes cuestiones que separan a Estados Unidos y Corea del Norte. Pero eso no implica que será un fracaso. Es la primera vez que Estados Unidos encara la causa fundamental del problema norcoreano en vez de concentrarse en los síntomas. Y por eso la (aparentemente improvisada) decisión de Trump de tener una reunión en persona con Kim es importante y productiva, especialmente si consigue darle garantías de que él y su régimen estarán a salvo sin armas nucleares, y de que la comunidad internacional lo ayudará a concentrarse en el crecimiento económico.
Dicho eso, sería aconsejable que Trump deje los detalles del proceso de desnuclearización en manos de diplomáticos con experiencia en el trato con Corea del Norte. Mientras tanto, tendrá que reconstruir una coalición internacional para el mantenimiento de sanciones económicas efectivas, el instrumento más poderoso para convencer a Kim de que acepte el DCVI. En esto, será esencial una estrecha cooperación con China. Además, Estados Unidos debe recompensar a Corea del Norte si hace concesiones cruciales (por ejemplo, permitir a inspectores internacionales hacer una inspección en profundidad de todo el programa nuclear) incluso antes de que el proceso de DCVI esté completo.
Nada garantiza que funcione, pero está claro que la desnuclearización exitosa de Corea del Norte demanda una combinación de decisiones políticas audaces (por ejemplo, el final formal de la Guerra de Corea, la apertura de oficinas de enlace o la flexibilización de algunas sanciones económicas) y prudencia realista.
Traducción: Esteban Flamini
Foto: Saul Loeb / Télam
Yoon Young-kwan, ex ministro de asuntos exteriores de la República de Corea, es profesor emérito de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Seúl.
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