Tradicionalmente, médicos y enfermeros han estado entre las profesiones en las que más se confía. Y eso no cambió, según Wellcome Global Monitor, la mayor encuesta de la historia sobre actitudes públicas hacia la ciencia y la salud: más del 70% de los participantes dijeron confiar en científicos, médicos y enfermeros. Pero las respuestas también indican que no hay margen para la autocomplacencia.
La mitad de los 149.000 participantes, representantes de más de 140 países, dijeron saber poco y nada sobre ciencia, y casi uno de cada cinco no considera que la ciencia le reporte algún beneficio personal. Esta falta de vinculación con la ciencia plantea riesgos serios, incluso mortales.
Tomemos por ejemplo la actitud hacia las vacunas. En todo el mundo, la inmensa mayoría de la gente reconoce que las vacunas son seguras, eficaces e importantes. Pero en algunos países ricos, la confianza en las vacunas está en retirada. En Francia, por ejemplo, el 33% de la gente no cree que las vacunas sean seguras y eficaces.
La eficacia de las vacunas depende de la inmunidad colectiva, que consiste en la protección de toda una comunidad (incluidos quienes no pueden vacunarse por motivos como la edad o alguna dolencia) mediante la vacunación de la mayoría de sus miembros. Si bien casi todos los niños en Francia todavía reciben la vacuna contra el sarampión, hay áreas donde las tasas de vacunación cayeron por debajo del umbral de inmunidad colectiva (cercano al 95%).
Los resultados han sido devastadores. La incidencia de sarampión en Francia se sextuplicó en 2018: tres personas murieron, y muchas más quedaron con secuelas graves. En Estados Unidos y las Filipinas, la reducción de las tasas de vacunación en algunas áreas también produjo epidemias de sarampión en 2018 y 2019.
Es indudable que la educación tiene un papel en la formación de las actitudes hacia las vacunas, pero también influyen infinidad de otros factores personales, sociales, religiosos y culturales, y sobre todo la confianza. De hecho, la fe en la ciencia y en la medicina se vincula con la confianza en el gobierno y en otras instituciones nacionales. Si se pierde una, el resto también tiende a verse afectado. Y cuando ya no hay fe en ninguna de estas esferas, las consecuencias suelen ser desastrosas.
Un buen ejemplo es la República Democrática del Congo. Décadas de guerra, inseguridad y olvido destruyeron la confianza en las instituciones en la zona oriental del país. De modo que cuando el pasado agosto se declaró una epidemia de ébola, los encargados de implementar la respuesta (incluidos funcionarios del gobierno, organismos sanitarios internacionales e incluso trabajadores médicos comunitarios) se toparon con una fuerte resistencia e incluso hostilidad de la gente. Hubo ataques a centros de tratamiento, que dejaron trabajadores médicos muertos o lesionados. En tanto, la epidemia sigue cobrándose vidas.
Para evitar un agravamiento del brote de ébola, los actores pertinentes (desde el personal médico hasta los funcionarios del gobierno) deben revincularse con las comunidades afectadas y recuperar su confianza. Felizmente, como demostró la vecina Ruanda, es totalmente posible.
En 1994, Ruanda padeció un genocidio brutal, en el que se calcula que unas 800 000 personas fueron asesinadas en apenas cien días. Esta experiencia devastadora dejó propiedades destruidas, un estado fallido y una población traumatizada, con poca fe en las instituciones locales e internacionales. La cobertura nacional de vacunación básica llegó a ser menos de 30%.
Pero en los años siguientes, el gobierno y sus socios internacionales se vincularon activamente con las comunidades locales, con el objetivo de reconstruir la confianza. Sus esfuerzos dieron fruto: Wellcome Global Monitor muestra que el 99% de la gente en Ruanda ahora reconoce que las vacunas son eficaces e importantes, y el 97% confía en el sistema sanitario en general (cifras que superan a cualquier otro país).
Esto permitió un considerable avance en salud. La cobertura básica ahora subió al 95%. En 2010, Ruanda se convirtió en el primer país de África que introdujo un programa centrado en reducir el riesgo de cáncer cervical (el tipo de cáncer más común entre las ruandesas) mediante la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH). El gobierno apunta a eliminar las muertes por cáncer cervical en las próximas décadas.
Resultados sanitarios como este no son posibles sin confianza. Sin importar lo revolucionario del tratamiento, lo ingenioso del método de administración o la solidez de su base científica, no servirá de nada a menos que la comunidad local esté dispuesta a aceptarlo.
Una sola encuesta no puede explicar por qué la gente piensa lo que piensa, mucho menos ofrecer a gobiernos, instituciones internacionales y profesionales médicos una estrategia infalible para ganarse la confianza de la gente. Pero mientras el mundo enfrenta enormes desafíos de carácter científico (desde el cambio climático hasta la resistencia a antibióticos), funcionarios, profesionales médicos y dirigentes de la sociedad civil deberían aprender lo más posible de los datos inéditos, únicos e invalorables que ofrece Wellcome Global Monitor.
Jeremy Farrar es director de Wellcome Trust.
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