El 12 de junio de 2009, el día que Ana Frank hubiera cumplido 80 años, abrió sus puertas en la Ciudad de Buenos Aires el Centro Ana Frank para América Latina (CAFA), que en estos casi 15 años ha trabajado en la educación y la difusión de la lucha por los derechos humanos y la no discriminación. Por eso, se tocan temas de la vida de esta joven judía y también la memoria de la última dictadura militar argentina para trabajar contra la violencia y la discriminación.
Michelle Ickowicz (21 años) y Magalí Stemberg (26) son dos de estas jóvenes comprometidas con los derechos humanos y con promover el legado de Ana Frank.
—¿Cómo se vincularon con el centro? ¿Qué las motivó a ser voluntarias?
Michelle: "Entré como guía voluntaria en el 2021 y a principios del 2023 empecé a trabajar en la coordinación del museo. Desde chica me enseñaron sobre lo que había ocurrido en la Segunda Guerra Mundial y desde ese momento sentía que quería profundizar mi conocimiento sobre el tema pero no sabía bien dónde. Hasta que vi en las redes sociales sobre la capacitación a guías y me anoté".
Magalí: "Entré como coordinadora del museo en septiembre del 2022 al mismo tiempo que me capacité como guía. Me motivó el poder sumarme a una institución que sentía que hablaba de todos los temas que nos interpelaban y que convocaba las voces jóvenes a promover acciones consecuentes. Soy licenciada y profesora en Ciencias de la Educación y habité diversas instituciones a lo largo de toda mi trayectoria, pero siempre me vi atraída por la oportunidad de transitar contextos que exploraran las intersecciones con la educación. Este es un espacio educativo que reivindica la historia y la cultura desde una perspectiva de derechos humanos, a través de voces jóvenes comprometidas con la memoria y la esperanza".
Uno de los pilares para transmitir valores en el Centro Ana Frank para América Latina es la educación de pares: los y las guías del museo son jóvenes voluntarios que se forman en la pedagogía de la esperanza, los derechos humanos y la convivencia en la diversidad de pensamiento. Ambas, Michelle y Magalí, cuentan de qué se trata y su importancia.
—¿Por qué adoptan la educación entre pares?
—"Es un motor central de nuestro trabajo. Hay una idea potente que nos atraviesa que tiene que ver con 'jóvenes hablándole a otrxs jóvenes'. Trabajamos con grupos escolares, miles de jóvenes transitan la institución cada año; no hay imagen más poderosa que la de ver a un par convencidx de su rol y comprometidx con el mensaje que está construyendo y transmitiendo. Apostamos al empoderamiento juvenil y creemos que desde el rol de guías asumen un accionar activo en pos de generar cambios necesarios".
—¿Qué impacto ven que tienen las actividades del centro?
—"El impacto de las actividades es muy heterogéneo y depende también de cada público, pero las repercusiones son siempre muy positivas. Tuvimos la posibilidad de presenciar y participar en instancias muy movilizantes, que nos confirman nuevamente que estamos en el camino correcto. Este es un centro de derechos humanos con distintas áreas que trabajan bajo nuestras premisas centrales: la pedagogía de la memoria y la esperanza, la educación de pares, la construcción de una ciudadanía activa a partir de la cultura de paz y la convivencia pacífica y la construcción de lxs jóvenes como sujetxs de derechos entendiendo también, la centralidad del rol adulto. Como se ve, es un desafío constante".
—¿Qué aporte hace la historia de Anna Frank a la pedagogía de la esperanza?
—"La historia de Ana Frank, claramente, es el eje central de este espacio. Aun bajo un contexto infinitamente hóstil, ella encontró la forma de plasmar su voz que, sin saberlo, se convirtiría en un legado que hasta el día de hoy no pierde vigencia. Se dedicó a escribir y compartió sus miedos, sus deseos y sus pensamientos... con el objetivo de convertirse en escritora. Con la convicción y la esperanza. En la actualidad, gracias a Otto, su padre, podemos conocer este legado; él decidió cumplir el sueño de su hija luego de entender que la potencia de su escritura era, sin dudas, parte de las voces de muchxs jóvenes que, al igual que ella, no eran escuchadxs. Esto lo motivó a dedicar su vida a hacer que más jóvenes en el mundo hablaran por los derechos humanos para que esto nunca más vuelva a pasar, a seguir construyendo este camino de esperanza que su hija comenzó".
—¿Cuáles son los principales aprendizajes que buscan transmitir a los jóvenes voluntarios?
—"Son muchísimos, pero podríamos mencionar algunos transcendentales. Por un lado, buscamos crear un espacio de encuentro, que muchxs jóvenes puedan juntarse a conversar, debatir y compartir en la diversidad, entendiendo que podemos respetarnos y dialogar para construir algo superador. Por otro lado, nos interesa propiciar instancias en donde puedan alzar su voz y conmover a otrxs. Finalmente, nos interesa que puedan construir un mensaje propio, una forma singular de apropiarse de la esperanza y la memoria que transmitan con solidez y emoción, generando un impacto transformador que habilite a lxs otrxs a accionar".
—¿Qué desafíos tiene esta tarea de concientización en un contexto como la Argentina de hoy?
—"En el contexto actual, nuestro trabajo se fortalece y se potencia. Reivindicamos y reforzamos cada una de nuestras líneas de trabajo y nos abrazamos y contenemos colectivamente para seguir constituyendo este espacio de encuentro en la diversidad que construye esperanza y brinda herramientas para llevar adelante pequeñas acciones transformadoras. La justicia, la igualdad, la no discriminación, la participación y la convivencia pacífica serán siempre el horizonte de nuestras intervenciones".
Esta entrevista fue publicada originalmente en la newsletter OXÍGENO del 24 de enero de 2024. Podés suscribirte acá.