Si la Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, entonces ¿qué sería el envejecimiento? Un científico estadounidense propone pensarlo como una condición en sí misma y no como una consecuencia natural. La vejez, argumenta, es simplemente una patología y puede tratarse.
David Sinclair es biólogo genetista de la Escuela de Medicina de Harvard y uno de los referentes de esta línea de investigación en todo el mundo. “Muchas de las enfermedades más graves de la actualidad son una función del envejecimiento. Por lo tanto, identificar los mecanismos moleculares y los tratamientos del envejecimiento debería ser una prioridad urgente. A menos que abordemos el envejecimiento desde su raíz, no vamos a continuar con nuestro progreso lineal ascendente hacia una vida cada vez más larga”, declaró en MIT Technology Review en 2019.
El efecto más claro de este cambio de paradigma es que, si las grandes agencias sanitarias incluyen al envejecimiento en la lista de enfermedades, las inversiones serían mayores, así como las investigaciones y el desarrollo de aplicaciones clínicas. “El dinero fluiría hacia la investigación, la innovación y el desarrollo de fármacos. En este momento, ¿qué compañía farmacéutica o biotecnológica podría perseguir el envejecimiento como una condición si no existe?”. Según el científico, debería ser el “mercado más grande de todos”.
Sin embargo, tal como defiende el INADI con el fin de desterrar prejuicios y estereotipos, se entiende la vejez como una etapa natural más no patológica del curso de la vida. “El envejecimiento está dentro del proceso evolutivo de la vida, es un ciclo vital que en ningún caso constituye en sí mismo un proceso patológico, un estado de enfermedad o de disminución de capacidad”.
Además del riesgo de incrementar el estigma hacia la vejez, el eje de la controversia es el dejar de lado una discusión fundamentalmente científica para convertirla en fundamentalmente comercial (aunque sí, ninguna es 100% autónoma). De hecho, según Insider, Sinclair tiene un interés personal en este mercado como cofundador de Tally Health, una plataforma que permite a los usuarios probar repetidamente su "TallyAge" y recibir recomendaciones de cambios en el estilo de vida.
La polémica no termina ahí. Sinclair, autor del libro de 2019 Lifespan: Why We Age and Why We Don't Have To, da consejos, como tomar matchas de té verde al día y consumir suplementos, que se venden en su sitio web. No obstante, la investigación hasta el momento sugiere que los suplementos multivitamínicos no cuentan con suficiente evidencia de respaldo.
De hecho, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF, por sus siglas en inglés) emitió en junio del año pasado una declaración en la que insisten en que no brindan beneficios para prevenir enfermedades cardiovasculares y cáncer, las dos principales afecciones no transmisibles y primeras causas de muerte en todo el mundo.
“Más allá del desperdicio de dinero, los suplementos pueden verse como una distracción potencialmente dañina. En lugar de concentrar ahí el dinero, el tiempo y la atención, sería mejor enfatizar actividades de menor riesgo y mayor beneficio. Los esfuerzos deben centrarse en apoyar a las personas en el cuidado preventivo regular, siguiendo una dieta saludable, haciendo ejercicio, manteniendo un peso saludable y evitando fumar”, dice la editorial adjunta al estudio en el que se basaron.
La longevidad, en conclusión, está influenciada por una interacción entre la genética, el medio ambiente y el estilo de vida, define la Biblioteca Nacional de Medicina de los National Institutes of Health de los EE.UU. Se estima que alrededor del 25% de la variación en la duración de la vida está determinada por los genes. Entonces, ¿qué es lo que sí incrementa la longevidad saludable y está probado por la ciencia? Aunque no es una receta, hace décadas diversos equipos de investigación estudian a personas de más de 90 años para buscar patrones en común.
Así, encontraron que tienen poco en común entre sí en cuanto a educación, ingresos o profesión. “Sin embargo, las similitudes que comparten reflejan sus estilos de vida: muchos no fuman, no tienen obesidad y se las arreglan bien con el estrés. Además, la mayoría son mujeres. Debido a sus hábitos saludables, estos adultos mayores tienen menos probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas relacionadas con la edad, como presión arterial alta, enfermedades cardíacas, cáncer y diabetes, que sus pares de la misma edad”, informan los NIH.