Los casos clínicos literaturizados o cuentos clínicos son un género híbrido de caso clínico y de narración literaria que ha hecho fortuna en el ámbito de la salud mental. Dado que tratan una temática especializada, pero adaptada para su difusión entre un público más amplio, deben considerarse una modalidad de literatura de divulgación científica. Por ello se alejan de las convenciones de los géneros médicos de carácter más académico, donde se difumina la presencia de los narradores y la personalidad de los pacientes.
La tradición de los relatos clínicos se enraíza en el siglo XIX, con figuras clave como Sigmund Freud, que componía narraciones sobre los casos que se había encontrado en su praxis. Si los géneros médicos y en particular los casos clínicos tienden a la despersonalización, los cuentos clínicos ofrecen una oportunidad para la humanización de la salud.
Oliver Sacks y la neurología de la identidad
En esta línea se inscribe el representante más conocido de los médicos escritores contemporáneos, el neurólogo Oliver Sacks (1933-2015), autor de varias recopilaciones de cuentos clínicos, entre las que destaca El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Sacks defiende una medicina más enfocada hacia las personas y las vivencias individuales de las enfermedades y se compromete a una neurología de la identidad, en la que el personaje central es el sujeto, en lugar de la patología.
En los casos clínicos académicos se difumina al máximo la presencia del profesional de la salud, hasta el punto de que a menudo nos puede parecer que las pruebas se hacen solas y que los resultados se interpretan por ellos mismos. No resulta admisible que estos profesionales manifiesten abiertamente opiniones subjetivas sobre cuestiones personales de sus pacientes.
En cambio, Sacks está presente como un narrador en primera persona y como un personaje siempre con una cara simpática, comprensiva y humana. Nos dibuja una imagen de sí mismo como persona sincera con los pacientes y, cuando no entiende algo de lo que les está pasando, no duda en reconocerlo ante ellos. También lo admite abiertamente cuando son los propios pacientes quienes le ayudan a descubrir alguna solución para sus casos.
Allan Ropper y Brian David Burrell continúan la estela de Sacks. En Reaching Down the Rabbit Hole: Extraordinary Journeys into the Human Brain exploran la compleja relación entre el cerebro y el comportamiento mental y físico. En una especialidad como la neurología, altamente dependiente de la tecnología, estos autores son también partidarios de la medicina centrada en la persona y no sólo en analizar los resultados de las pruebas.
Cuando Ropper orienta a otros médicos que están empezando la carrera, a menudo les recomienda que se alejen del monitor, entren en la habitación, se sienten en la cama, hablen con el paciente y, así, examinen a la persona en lugar de los píxeles.
A veces su arrogancia recuerda al doctor House de la conocida serie televisiva norteamericana. Él es el jefe con un equipo de residentes detrás. Durante el análisis del caso, les va formulando preguntas y critica las decisiones que toman, como si supiese desde el principio todas las respuestas.
Un psiquiatra quizás demasiado humano
Irvin D. Yalom, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Stanford, muestra a un público general la utilidad de la psicoterapia en Love’s Executioner and Other Tales of Psychotherapy. Como en el libro de Sacks, el título nos presenta una primera parte más bien literaria –Love’s Executioner (el verdugo del amor)– y una segunda con referencia clínica –and Other Tales of Psychotherapy (y otros relatos de psicoterapia)–.
Además de narrar los problemas que sufren sus pacientes, Yalom comparte su lucha personal por reconciliar el trato profesional como psiquiatra con una respuesta más humana. Disipar el mito del terapeuta omnipotente y objetivo es una de sus finalidades. Es fundamental que los pacientes estén a gusto para poder abrirse. Pero por más entrenado que esté un psicoterapeuta, no deja de ser una persona como cualquiera de nosotros. Yalom nos lo intenta demostrar, quizás con una honestidad exagerada, para conseguir romper toda idealización. Así vemos su aversión hacia una paciente obesa, cuyo cuerpo encuentra tan repulsivo que le cuesta incluso mirarla.
Relatos desde la atención psicológica clínica
Randy Frost, profesor de Psicología en el Smith College (Massachusetts), y Gail Steketee, profesora de Trabajo Social de la Universidad de Boston, fueron pioneros estudiando el síndrome de acumulación compulsiva. Esperaban encontrar unos cuantos enfermos, pero acabaron tratando a centenares de pacientes y descubrieron que esta enfermedad estaba mucho más presente en la sociedad de lo que se pensaba (entre el 2 % y el 5 %).
En su libro Stuff: Compulsive Hoarding and the Meaning of Things se aproximan a la vida y a los dramas que deben soportar día tras día estas personas y sus familiares y amigos. En contra de los prejuicios más extendidos, nos enseñan que no es un trastorno específico de individuos que viven de espaldas a la sociedad, ni de personas poco inteligentes o incultas.
Humanización del médico y los pacientes
La literaturización de los casos clínicos permite a los autores utilizar estrategias que no serían admisibles en otros géneros médicos. Los pacientes no son tratados, sino que el médico los trata. El narrador no se esconde. Al contrario, destaca: es el profesional quien nos acompaña explícitamente durante todo el relato. Podemos ver con detalle cómo interactúa con los pacientes y algunas veces también sus opiniones y emociones.
Los autores revisan casos de pacientes concretos, intentan dar ejemplo a los futuros profesionales, pero sobre todo reflexionan sobre el rumbo actual de la atención sanitaria. A diferencia de los textos clínicos canónicos, aquí la enfermedad no se presenta como un fenómeno ajeno al individuo que la experimenta.
Los casos individuales pueden servir para ilustrar las teorías, la visión o el trabajo de los autores y profesionales sanitarios. Pero también observamos la voluntad de demostrar a los lectores la importancia de escuchar primero al paciente y luego ponerse a hacer las pruebas pertinentes, siempre combinando las dos facetas de la praxis sanitaria: la humana y la técnica. Cada caso –cada persona– puede ser único y requerir un tratamiento personalizado.
Los humanos somos unos seres complejos. La racionalidad que da lugar a la ciencia convive con las emociones, una capacidad ancestral que compartimos con otros animales y que nos permite procesar grandes volúmenes de datos y tomar decisiones rápidas e intuitivas –incluso equivocadas–. Los textos literarios y la creación artística apelan a las emociones de una manera más eficiente que la realidad documentada. Y ese es uno de sus objetivos. Los cuentos clínicos, con los recursos propios de la literatura, acercan los casos clínicos al gran público y contribuyen así a la humanización de la salud mental.
*Adéla Kotatkova es investigadora postdoctoral Margarita Salas (Filología), Universitat Jaume I.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
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