Cuando una experiencia fuerte y traumática está terminando en una sociedad comienza una etapa muy importante para reiniciar una vida normal. Es la etapa (muchas veces poco valorada) en la que hay que volver a comportamientos considerados no de emergencia o normales y desmontar los mecanismos de defensa y los criterios de crisis.
En estos días estamos viviendo el fin de la etapa de pandemia para gran parte de la sociedad. Esto no significa que no va a haber más enfermos o que no deberemos tener recaudos sanitarios para ciertos grupos de riesgo. Pero posiblemente sea el fin de la emergencia en los comportamientos sociales mayoritarios: restricciones extremas, pases sanitarios y aislamientos por contactos. En algún momento la enfermedad se volverá endémica y pasará a ser parte de la vida cotidiana.
Lo más difícil será cambiar el comportamiento y las ideas en ciertos actores y grandes segmentos de la población acostumbrados a la situación de emergencia.
Para los gobiernos es la vuelta al poder normal de las instituciones, no más crisis, sino más épica. Vuelve a ser importante la gestión y con ello se acaban las excusas para cumplir con la promesa del desarrollo social.
Para los políticos a cargo el final de la emergencia es reencontrarse con los problemas complejos: la inflación, la pobreza, la falta de infraestructura, el mal servicio, la corrupción. Muchos de esos problemas son ahora más acuciantes luego de dos años de foco en lo urgente.
Para los medios termina una forma de atraer lectores con titulares de catástrofe. Pierden eficacia las notas emocionales, los dramas. Habrá que buscar nuevas formas de llamar la atención para salir de un entorno signado por los clicks y por mantener a los lectores atrapados.
Para otros participantes de la pandemia, llega el silencio. Muchos científicos o expertos consultados hasta el cansancio en los últimos tiempos verán que ya no son noticia y que lo que hacen vuelve a ser ignorado por las grandes masas. Y todos sabemos que lo que importa es dar malas noticias, no buenas.
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Hay que volver a vivir de forma normal.
Algo nada fácil y para algunos falto de motivación.
¿En qué entorno va a suceder esto? Las sociedades están muy tensionadas, porque muchos ahora están incómodos, el futuro es incierto y eso trae mucha angustia. En realidad, nunca fue fácil anticipar el futuro y todos nos encontramos con nuestros cisnes negros en la vida. Pero de pronto nos encontramos que algunas piedras en las que nos apoyábamos no son tan sólidas y esto genera nuevos miedos.
También se acaba un enemigo fácil de identificar. Y para muchos la identidad por negación es clave en sus vidas. Para quienes la existencia se define por contraposición, habrá que buscar nuevos rivales.
La falta de contacto social y los cambios en las relaciones hicieron que muchos replanteen supuestos y criterios con los que se evaluaban las relaciones personales, el trabajo, el ocio, el futuro. Un cambio en la percepción de la realidad no se puede deshacer fácilmente. Entonces vamos a vivir en una sociedad inestable, variable, y para algunos histérica que va a buscar nuevos equilibrios y formas de relacionarse.
Hay que desmontar la emergencia. Hay que volver a vivir en sociedad, a dejar de desconfiar en los otros. Hay que dejar de contar los contagios y las vacunaciones. Hay que encontrar nuevos temas en los que enfocarse. Tienen que terminar las restricciones a los viajes, a las fronteras, a las clases, a las reuniones.
En este tiempo se han generado nuevas tensiones sociales y ambientales que seguramente pronto nos van a desafiar, cuanto antes salgamos del modo pandemia, mejor.
Fernando Zerboni es profesor de Management y Estrategia en la Universidad de San Andrés.
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