El sueño no soñado de Mara Gómez: la historia de la primera futbolista profesional trans de Argentina y un mensaje que recorre el mundo- RED/ACCIÓN

El sueño no soñado de Mara Gómez: la historia de la primera futbolista profesional trans de Argentina y un mensaje que recorre el mundo

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

De vivir con necesidades a ser la protagonista de una campaña global de Nike. La jugadora, que hoy integra el plantel de Estudiantes de La Plata y se acaba de recibir de enfermera, cuenta cómo llegó a marcar un hito que inspira y abre puertas para que muchas personas puedan conquistar sus sueños.

El sueño no soñado de Mara Gómez: la historia de la primera futbolista profesional trans de Argentina y un mensaje que recorre el mundo

Intervención: Julieta de la Cal

“A los 15 años nunca pensé que iba a dedicarme al fútbol”. La voz en off de Mara Gómez llena el espacio. Ella —pelo rojizo atado en una cola, ojos profundos, quijada firme— trota vestida de Nike. El número 7 en la espalda. La mirada determinante clavada en algún punto del horizonte. Quizás en su próxima meta. “Es más, nunca lo había jugado”.

En la pantalla laten letras enormes y brillantes que cambian de color: “Nuevas conquistas”. Y su nombre. “Mara Gómez”. 

Una jugadora de fútbol profesional argentina es la protagonista. Es, de hecho, la única figura de la nueva campaña global de Nike. La primera jugadora de fútbol profesional trans de Argentina es la única figura de la nueva campaña global de Nike. 

Para llegar a esa cima, tuvo que patear.

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Es octubre de 2021. Mara Gómez sonríe y se acomoda el pelo atado en una cola del otro lado de la pantalla. Vestida de Nike. 

—Acá a las corridas, hace un rato llegué del hospi, estoy haciendo mis pasantías entonces hago servicio todos los días como si estuviera trabajando, ¿viste? Y termino llegando a casa 12.30, 12.40, así que me preparé el mate, me peiné más o menos bien y ya se hizo la hora.

Mara habla y hace gestos con las manos. Y mueve la cabeza. Y sonríe. Y se ríe.

Hace dos meses se recibió de enfermera pero para que le den la matrícula y comenzar a ejercer tiene que completar sus prácticas profesionales. Como la pandemia no le permitió hacerlas se le acumularon las horas que le exige la carrera. Para terminarlas lo antes posible va de lunes a viernes, de 6 de la mañana a 12 del mediodía, al Hospital Rodolfo Rossi de La Plata, ciudad en la que nació y en la que vive. 

—Me llamo Mara Gómez, tengo 24 años, actualmente estoy jugando en el club Estudiantes de La Plata. Fui noticia por un hecho histórico, algo que yo tampoco imaginé: llegar a la primera división de fútbol femenino argentino profesional —dice cuando comienza a contar su historia. Pero ya había comenzado.

Mara nació en un cuerpo de varón. Hija de una madre ama de casa y un padre albañil, creció en una casa de carencias y muchas hermanas.  

—Vengo de padres que no han terminado el colegio, que no han tenido otro estilo de vida consigo mismos y por ende también nos tocaba vivir eso a nosotros. Siempre hemos tenido no lo que queríamos si no lo que podíamos. Siempre las necesidades básicas y hasta ahí nomás. Entonces venía transitando una vida de vulnerabilidad, de precarización, de necesidades, desde mi infancia.

Su madre y su padre se separaron cuando ella tenía 8 años y todavía usaba el pronombre masculino. Es la mayor de todas las hermanas y el hermano que vendrían después: una con la que comparte madre y padre, Evelyn, de 21 años; tres hermanas con las que comparte madre y con las que también creció y vive; y una hermana y un hermano con quienes comparte padre, que viven en Formosa.

Cuando tenía 9 o 10 años, Mara se empezó a sentir incómoda con quien era. Lo advirtió cuando comenzó a sentir atracción por compañeros del colegio o de otros ámbitos. Fue ahí cuando aparecieron las preguntas sobre su identidad. 

—Hasta que me di cuenta de que quería ser Mara Gomez. 

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No pudo contarlo enseguida. Guardó sus deseos en el fondo de sus entrañas. Hasta que ardieron tanto que ya no pudo enterrarlos más. 

—A los 13 años le confesé a mi vieja que me sentía una nena, que me gustaban los nenes. En el momento fue un poco shockeante para ella, pero es la que, hasta el día de hoy, me acompañó en todas las etapas de mi vida y siempre me dio una mano en lo que pudo. Decidir ser Mara Gómez y ser una persona libre respecto a lo que sentía me llevó a tener que pagar el costo social de la discriminación, la exclusión, la falta de oportunidades. Creo que si mi familia me hubiera excluido mi vida hubiera sido otra. Quizás no hubiera llegado al fútbol, no hubiera llegado a recibirme, no hubiera sido Mara Gómez. Quizás hubiera tomado otras decisiones que no me dejarían estar acá. Mi familia fue muy importante en todo esto que he logrado en lo personal y en lo que hemos logrado, también, en lo colectivo —reflexiona Mara. 

Pese al apoyo de su madre y su familia, no fue sencillo asumirse como Mara Gómez. La discriminación que sufría en la escuela, en la calle, en los negocios. Ir a hacerse un control médico y que la llamaran por otro nombre y no por el suyo, con el que se identificaba, eran situaciones que carcomían la capa todavía fresca de la identidad que había logrado cimentar. 

Empezó a sufrir, cada vez más. Porque, exceptuando su familia, “nadie veía o aceptaba lo que sentía hacer, lo que quería ser”. Eso la llevó a pensar “que no iba a tener oportunidades de cumplir sueños u objetivos, de estudiar alguna carrera. Pensaba que no iba a poder terminar ni siquiera el secundario. Que nunca iba a poder ser lo que quería ser: una persona libre, con dignidad, con oportunidades”. La discriminación y la exclusión la empujaron hasta sus propias tinieblas. No deseaba vivir siendo alguien que no era. Así no quería. No podía. Intentó quitarse la vida, más de una vez. Pero la vida bailaba dentro suyo. Debajo de esa oscuridad.  

Fue una vecina y amiga del barrio, Adriana, quien la vio en uno de esos episodios impulsados por sus sombras. Quien la contuvo y la invitó a jugar al fútbol en un potrero enfrente de su casa. Mara tenía entonces 15 años. 

—Yo no tenía más noción del fútbol que el conocimiento de que había dos arcos y una pelota, pero como eran todas vecinas y amigas del barrio pensé “donde hay amistad, hay diversión”, y empecé a practicarlo más allá de lo mal que jugaba. Me di cuenta de que el fútbol me hacía bien, de que cuando jugaba me olvidaba de lo mal que vivía por la discriminación y la exclusión. Aunque dentro de los torneos femeninos barriales que se hacían (porque no había ligas femeninas en La Plata) también era bastante excluida. Me costaba un montón participar porque era nuevo ver a una chica trans jugando al fútbol. Entonces desde los 15 a los 18 años luché para estar dentro de algo que me hacía bien y que me sigue haciendo bien. En ese momento el fútbol era mi terapia, era una morfina para el dolor. 

Cuando conoció el fútbol, Mara, dice, volvió a nacer. 

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Es 2015. Mara, de 18 años, acaba de terminar una práctica en el Toronto City, un club de barrio cerca de su casa donde había empezado a jugar su vecina, Adriana, la misma que la había invitado a jugar al fútbol por primera vez. La Liga Independiente de Futbol Infantil Platense Amateur (LIFIPA ) comenzaba a tener competencias femeninas en todas las categorías y estaban probando jugadoras. Mara había decidido ir aunque no dudaba, le iban a decir que no. Qué más daba: era una prueba de jugadoras. Y ella era una jugadora. Legalmente lo era. Desde hacía unos meses, su documento avalaba que ella era Mara Gómez, por si a alguien le quedara alguna duda. 

La ley por el derecho a la identidad de género ya regía en nuestro país y al cumplir los 18 Mara decidió hacer el cambio registral. Un cambio que, como el encuentro con la pelota, “marcó un antes y un después” en su vida. Cuando tuvo su DNI sintió que realmente era quien era; tuvo “la seguridad de salir a cualquier lado y decir ‘soy Mara Gómez’ y legalmente soy ‘Mara Gómez’”; supo que “entonces [su identidad] se tenía que respetar”.

Con esa determinación fue al Toronto City. Y jugó.

—Éramos como 20 o 30 jugadoras que practicamos para ver quiénes quedábamos. Empezaron a nombrar. En eso el técnico dice: “Mara Gómez” —recuerda. 

Escuchó su nombre y se le aflojaron las piernas. Le tembló el cuerpo. Sintió que se iba a desvanecer. 

—Cuando terminó de hacer la selección de jugadoras, junto con las que ya estaban y el presidente del club, Hugo Sueldo, dijo: “Mara va a ser la nueva jugadora de Toronto City. Va a ser la primera jugadora trans de la liga femenina de LIFIPA y la vamos a tener nosotros”. Lo decían con tanto orgullo que para mí era como un sueño.

Un sueño que desde ese momento no paró de crecer.

De Toronto City, Mara pasó a jugar en la Asociacion Iris, para la Liga Amateur Platense; de ahí pasó a la UOCRA, en la liga de Chascomús; a Cambaceres, en la liga de Ensenada; y volvió a cerrar el círculo como jugadora de liga a la Liga Amateur Platense, para jugar en el club Malvinas, en el que en 2019 logró el bicampeonato y fue “tres veces goleadora”, “pero porque teníamos un equipazo terrible”, aclara. El mismo año, cuando finalizó el torneo con Malvinas, la llamaron de Villa San Carlos, en Berisso, un club que está en primera división de fútbol femenino argentino. Querían plantearle la posibilidad de que integrara el plantel. 

En enero de 2020, cuando el mundo ignoraba la epidemia que lo tomaría por completo poco tiempo después, Mara comenzaba su pretemporada en el club de Berisso. Allí le sacaron una foto para publicar en la página web y mostrar que era la nueva refuerzo. 

—Y al otro día empezó la revolución.

Y al otro día empezó su revolución.

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El 7 de enero de 2020 Mara Gómez se despertó, como todos los días. Se preparó un mate y encendió el televisor. Nunca imaginó lo que la pantalla le devolvería: su cara estaba en todos los noticieros.

—Me quería morir. Tomó tanta repercusión mediática de una manera tan rápida, porque fue de un día para el otro, y ahí vino la revolución de “una chica trans en el fútbol profesional, en el Club Villa San Carlos”. Y ahí empezó todo —dice.

La exposición la tomó por sorpresa. Ella, que solo había posado para la foto de un club en el que ni siquiera sabía si podría jugar porque faltaba la aprobación de la AFA, estaba desconcertada.  

—Hubo mucha incertidumbre. No sabíamos si la AFA me iba a aceptar. El club había mandado un comunicado comentando que tenían la intención de incluirme y en eso muchos medios me generaron miedo. Yo pensaba: “No sé si es bueno o malo exponerme”. Tampoco es que yo me exponía, sino que la foto de la página del club se había viralizado y en menos de una semana giraba alrededor del mundo porque había tomado muchísima repercusión, entonces cada vez se hacía más grande el tema. Mi celular explotaba de llamadas, de mensajes, la verdad es que no la pasé bien al principio.

Ni Mara ni su entorno sabía qué debía hacer. Hasta que se acercó a ella Lorena Berdula, una entrenadora de fútbol femenino considerada la primera directora técnica de fútbol de Argentina, dispuesta a acompañarla “en toda esta aventura”, dice Mara. A partir de ese momento todo fue un poco más sencillo. 

Con el apoyo de Berdula, Mara se reunió con miembros de la AFA para hablar de las posibilidades de que pudiera jugar. Y de las condiciones: “Tuvimos que tomar como modelo las recomendaciones que tiene el Comité Olímpico Internacional (COI) con respecto a la inclusión de deportistas trans, que incluyen someterse a un tratamiento hormonal y cumplir determinados parámetros hormonales”, explica. “Sabíamos que era un costo que había que pagar para poder estar”.

Mara había comenzado antes un tratamiento hormonal, por elección, pero para cumplir los parámetros que le exigía la AFA debía intensificarlo. 

—Un tratamiento hormonal es invasivo porque cambia las funciones fisiológicas. Además, en mi caso, es una contrahormonización que baja la resistencia física, la densidad ósea, la masa muscular, entre otras cuestiones que terminan haciendo que después no pueda rendir dentro de la cancha. Pero era la posibilidad de tener un pie dentro del fútbol profesional y de a poquito tratar de cambiar la situación para lograr una verdadera inclusión.

Por lo demás, Mara quedó conforme con los acuerdos con la AFA y la forma en la que la recibieron y escucharon. Y luego de tres encuentros firmó un acuerdo con ellos que la habilitaba a participar de la competencia del club.

La recompensa —lo sabía Cerati— tardó en llegar. El debut en primera, el partido más ansiado para Mara planeado para abril de 2020, se aplazó indefinidamente por la pandemia. Y todo, como para prácticamente el mundo entero, se sumió en una nube de incertidumbre. 

A fines de septiembre de 2020 el fútbol de primera división retomó los entrenamientos. Y el 7 de diciembre, Mara salió a la cancha, por primera vez, como jugadora profesional.    

“El hecho histórico”, lo llama ella. “Una deportista trans en el fútbol profesional”. “Ahí fue cuando arrancó toda esta historia. Esta conquista”, se corrige.

Dice que en el momento de salir a la cancha estaba feliz. Que no le importaba el resultado del partido. Lo único que quería era disfrutar.

 —Lo único que sabía es que ese día iba a marcar una conquista para nuestro país y también para el fútbol a nivel mundial. Y eso es resultado de años de lucha por parte de un colectivo al cual pertenezco, siempre vulnerado, discriminado, excluido. Y representa nuevas oportunidades. Entonces, para mí, ese día fue una conquista, tanto en lo personal como en lo social; fue lograr algo que nunca pensé, porque siempre digo: ‘Llegar a donde estoy es un sueño no soñado’”. 

Imagen: gentileza Mara Gómez.

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Aunque se volvió su mayor logro, el fútbol no es lo único que llena la vida de Mara. La jugadora profesional recuerda todas las veces que salió a buscar trabajo, a entregar currículums, y fue rechazada. 

 —Empresas, negocios, kioscos o supermercados. Nunca me decían el por qué. Me hacían un examen visual y “después te llamamos”. Yo lo único que quería era trabajar porque necesitaba tener para mis gastos básicos. El fútbol también lleva gastos, viáticos. Y un día dije: “La única manera de tener un trabajo digno va a ser estudiando una carrera”.

Así fue que empezó a estudiar Enfermería. Aunque al comienzo para Mara era solo un medio para un fin, a medida que avanzaba la disfrutaba cada vez más. 

—Me di cuenta de que es una carrera hermosa, de que es una carrera que se identifica conmigo también, porque busca ayudar a las personas. Y que el conocimiento me ayuda a ayudar porque no es que enfermería es estar adentro de un hospital si no que es llevarla a todos los lugares a los que vaya. A veces me imagino que estoy en una cancha y que alguna jugadora sufre una descompensación y sé cómo actuar en ese momento. Entonces sé que tengo una herramienta y es algo que disfruto. 

Además, Mara lo dice, “tampoco es que del fútbol se vive”. La jugadora destaca que si bien de un tiempo a esta parte el fútbol femenino dio zancadas respecto a varias cuestiones, el salario aún es materia pendiente: solo unas pocas jugadoras de primera división perciben un monto por contratos pagados por AFA, las demás dependen de la situación económica en la que se encuentre cada club. Y aunque todas tengan sus contratos pagos, lo que reciben equivale más a un viático que a un sueldo para vivir. 

—Es bastante difícil porque muchas de las jugadoras tenemos que trabajar, tenemos que estudiar, muchas tienen familias, tienen hijos, y tienen que ir a entrenar y cumplir una dieta adecuada al deporte. Todo es un cansancio físico y mental que al día del partido influye de manera negativa, porque el fútbol femenino tiene potencial, tiene un nivel de competencia alto, pero no se puede explotar al 100% a causa de estas cuestiones. Hoy el fútbol femenino se televisa y tiene condiciones que unos años atrás no tenía, pero falta inversión, faltan oportunidades. Se le está dando más importancia y hay marcas como Nike que apoyan y que invierten, pero vamos por más.

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Desde octubre, Mara y un resumen de su historia recorre el mundo con la nueva campaña de Nike “Nuevas conquistas”. Antes había protagonizado la campaña a nivel nacional “Hacé algo nuevo”, para la marca que la auspicia.

Cuando cuenta qué significa para ella ser figura de una marca de ese calibre, su voz vibra. La emoción la sobrepasa. Se ríe de sus lágrimas “porque significa un montón”. “Saber que la marca está haciendo inclusión es abrirle las puertas y las oportunidades a otras generaciones. Es alimentar la esperanza de esas personas que creían que nunca iban a llegar a nada porque es imposible. Que vean en una publicidad a una deportista trans que está con Nike alimenta el sueño, alimenta el deseo de un montón de personas. Es como decir: ‘Si ella llegó, yo también puedo’”. 

Antes de que la convocaran para que integrara la marca, Mara jamás había tenido zapatillas ni ropa adecuada para entrenar. 

“Hoy soy la primera jugadora profesional trans de Argentina”, dice, mientras lleva la pelota   con sus botines fucsia. “Fue difícil, porque yo no tuve una referencia”. Mientras mira, pelota en mano el reflector de la cancha. “Así que me toca abrirle la puerta a las atletas que van a venir”. Mientras mira una lluvia de pelotas que caen del cielo. “Ahora estoy pasando un gran momento. Pero aspiro a más”. Mientras se envuelve y empuña la bandera arcoiris. “A que hagamos del fútbol un deporte que nos incluya a todos”.

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